LA OMNIPOTENCIA DE DIOS II


  
          EL DIOS OMNIPOTENTE SE REVELA EN LA SALVACIÓN DE ISRAEL  
  
Dos montes simbólicos encontramos en la palabra de Dios: el Monte Sinaí y el Monte de Sión. A lo largo del libro de los Hebreos, El apóstol Pablo trata de llevar al Pueblo de Israel  de la mano ,figurativamente , del Monte Sinaí que se encuentra en Arabia, donde Dios dio la ley, al Monte Sión en Jerusalén, donde Dios dio al Espíritu. Estas dos montañas representan no solo el Viejo y el Nuevo Pacto,  sino que contrastan el tipo de relación con Dios que la gente tenía antes de Jesús, con la relación ideal que su Gracia nos permite tener cuando la recibimos al aceptar la salvación por medio del trabajo consumado de Jesucristo. Este trabajo marca la diferencia entre el Pueblo de Israel después de Egipto, cuya mentalidad era de “esclavos” y nosotros sus redimidos, “Sus Hijos”. Sin embargo, no debemos olvidar que nuestro Dios es el mismo de ayer hoy y siempre; amor y fuego consumidor. No es que Dios haya cambiado, lo que cambio fue la relación del hombre con Dios, mediante el nuevo pacto en Cristo.
 El monte  Sinaí y el establecimiento de la ley tuvieron el propósito de revelar la incapacidad el hombre pecador para acercarse a un Dios santo, revelando su naturaleza incapaz de agradar a Dios mediante las obras humanas.
Dios en su amor y misericordia, nos da grandes enseñanzas al ver la experiencia de Israel en los primeros pasos hacia la verdadera redención que Cristo traería a la humanidad. El libro de Hebreos nos exhorta a comprender, que toda esta experiencia era la sombra de lo que vendría con Cristo el Salvador. El completaría todo el plan perfecto de salvación.
LA NACIÓN DE ISRAEL LLEGA AL MONTE SINAÍ
El monte Sinaí, físicamente, era el lugar donde Moisés se encontró con Dios en la zarza ardiente. Desde ese lugar le da la tarea de ir a Egipto a rescatar a su pueblo que vivía en esclavitud. Luego de la salida de Egipto, el Señor los lleva por el desierto, hasta que después de tres meses llegan al desierto de Sinaí y acampan a las faldas del monte, mismo lugar en donde todo comenzó entre Dios y Moisés.
En este lugar se establece el pacto entre Dios e Israel, conforme a toda costumbre antigua. Cuando un Rey poderoso planteaba hacer una alianza con otro más débil, le informaba su intención de gobernarlo a el y a su pueblo. El tratado incluía: 1) una identificación formal de la parte más poderosa; 2) un repaso histórico de relaciones entre las partes para fundamentar y aceptar el pacto, 3) la obligación de lealtad al soberano; 4) normas que estipulaban la conducta futura del vasallo; 5) consecuencias de la obediencia y la desobediencia; 6) instrucciones para copiar, guardar y leer en público el pacto.
En el caso de la relación del Señor e Israel, el pueblo ya desde antes le pertenecía, por lo tanto, la intención de este pacto, era para comunicar lo que Israel debía hacer como pueblo que ya pertenecía a Dios. El pacto se relacionaba con lo que ya el Señor había hecho por los Israelitas; por eso ellos debían guardarlo.
En cuanto a su contenido y sistema de valores, el pacto además tenía relación con lo que el Señor había hecho y continuaría haciendo como expresión de su propio carácter: todopoderoso, justo, santo, piadoso, celoso, omnisciente, omnipresente, etc. La muestra absoluta de todas y cada una de sus perfecciones y atributos divinos.
En este pacto celebrado entre el Señor y su pueblo, las leyes se enmarcan en el propósito de mostrar Su carácter. Así como las acciones del Señor habían revelado quien era El, las obras de su pueblo debían reflejar Su carácter.
Las leyes de Israel provenían de su Dios, con la aceptación tacita de que el pueblo que reconocía a Jehová como su Dios debía asemejarse a El en su conducta. El pacto era uno de los beneficios de pertenecer a Dios, no un medio para acceder a esa posición.

DIOS LE RECUERDA A ISRAEL DE SU GRAN PODER Y CUIDADO POR ELLOS.


Éxodo 19:3-4 Y Moisés subió a Dios; y Jehová lo llamó desde el monte, diciendo: Así dirás a la casa de Jacob, y anunciarás a los hijos de Israel: Vosotros visteis lo que hice a los egipcios, y cómo os tomé sobre alas de águilas, y os he traído a mí.
Dios llama a Moisés y lo hace desde sus alturas, reafirmando de esta manera, cuál era la posición del hombre con respecto a él. También se muestra el deber de reconocer el liderazgo de Moisés su siervo; figura que apunta al liderazgo que Cristo ejerce hoy sobre su cuerpo, la Iglesia..
La identificación del pueblo, como los hijos de Jacob, sin dudas es una alusión al estado espiritual en que ellos se encontraban. Debían ser transformados en su naturaleza pecaminosa, por el Espíritu Santo, igual que fue con su patriarca Jacob.
La provisión del señor seria la base para las decisiones futuras de Israel. En la travesía del desierto, vieron todos los hechos poderosos del señor, desde que salieron de su esclavitud. Recibieron dirección, el Señor le protegió del frio, del calor, los alimentó, abrió el mar para que pasaran en seco librándolos de la mano de faraón.
Los saca de Egipto sobre alas de águila, las cuales suelen transportar sus crías sobre sus lomos, conocidas por su velocidad, sus largos vuelos y sus nidos en las alturas. Dios tiene el poder de proteger y llevar a su pueblo más allá de cualquier provisión y seguridad terrenal.

 DIOS REVELA SU PLAN Y DESTINO PARA ISRAEL


Éxodo 19:5-6 Ahora, pues, si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra. Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa. Éstas son las palabras que dirás a los hijos de Israel.



El Señor quería que Israel fuera conocido por lo que él había hecho y por lo que ellos mismos harían. El guardar su pacto indica que la palabra implantada no debe quedar sin fruto. La verdadera adoración lleva a poner  en práctica las exhortaciones del evangelio. La diferencia ente el oidor de la palabra, que considera en un espejo su rostro natural y luego olvida, y los hacedores de la palabra que miran atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y perseveran en ella. Aquel que oye y hace “la palabra” pone la fe en acción y es bienaventurado; su adoración influencia su vida.

Entonces dice el Señor, seréis “mi especial tesoro”, propiedad exclusiva de Dios. “su tesoro particular”. Un pueblo de gente santa, sacerdotes de Dios, que debían cumplir una serie de requisitos que los apartaba para un servicio especial que beneficiará a los demás.
Como los sacerdotes  para la nación de Israel, así debía ser Israel para el resto de las naciones; así como aquellos tenían requisitos, obligaciones y privilegios especiales entre los Israelitas, Israel también tendría requisitos, obligaciones y privilegios especiales entre las naciones.



EL PUEBLO ESTÁ DE ACUERDO EN OBEDECER EL PACTO.


Éxodo 19:7-9 Entonces vino Moisés, y llamó a los ancianos del pueblo, y expuso en presencia de ellos todas estas palabras que Jehová le había mandado. Y todo el pueblo respondió a una, y dijeron: Todo lo que Jehová ha dicho, haremos. Y Moisés refirió a Jehová las palabras del pueblo. Entonces Jehová dijo a Moisés: He aquí, yo vengo a ti en una nube espesa, para que el pueblo oiga mientras yo hablo contigo, y también para que te crean para siempre. Y Moisés refirió las palabras del pueblo a Jehová.
El Señor se presenta ante su pueblo como el Rey soberano, que se va a encontrar con su vasallo. El descenderá al Monte Sinaí para revelar su presencia y comunicarse con los Israelitas, convirtiéndolo en su “propiedad privada” donde nadie podía entrar ni salir sin el permiso de su dueño. Mientras Dios estuviera en ese lugar, era tierra santa, una extensión de su corte real. Para entrar a su presencia, había que ser convocado. No era una reunión entre iguales.

DIOS ORDENA QUE SU SANTA PRESENCIA EN EL SINAÍ SEA RESPETADA.


Éxodo 19:10-13 Y Jehová dijo a Moisés: Ve al pueblo, y santifícalos hoy y mañana; y laven sus vestidos, y estén preparados para el día tercero, porque al tercer día Jehová descenderá a ojos de todo el pueblo sobre el monte de Sinaí. Y señalarás término al pueblo en derredor, diciendo: Guardaos, no subáis al monte, ni toquéis sus límites; cualquiera que tocare el monte, de seguro morirá. No lo tocará mano, porque será apedreado o asaeteado; sea animal o sea hombre, no vivirá. Cuando suene largamente la bocina, subirán al monte.

El Señor da órdenes específicas a su siervo Moisés para que el pueblo no sufriera ningún daño ante su santa, magnífica y potente presencia. El Espíritu Santo nos advierte lo mismo. “temamos, porque sin santidad nadie le vera”. Santifícate, lava tus vestidos, estés atento, preparado, cuida los límites, cuida como te acercas a mí, “yo soy Dios”.
VE AL PUEBLO, Y SANTIFÍCALOS HOY Y MAÑANA. Dios se iba a aparecer a Israel de una forma espectacular; y antes de que esto pudiera pasar, el pueblo se debería  preparar como Dios exigía debido a su naturaleza santa y sin pecado.
ESTEN PREPARADOS. Dios prometió el revelarse a Si mismo en el tercer día, y ellos debían de esperar por ello. La exclusividad, la diligencia, la prontitud, son requerimientos que siempre Dios exigirá a sus hijos, en cuanto a su relación con ello se refiere.
 Y SEÑALARÁS TÉRMINO AL PUEBLO EN DERREDOR: De manera que Dios prometió el revelarse a Si mismo en el Sinaí y Él dijo a Israel, Guardaos. Había límites que no se podían cruzar. Israel debía de mantener su distancia detrás del límite, y la penalidad por errar en mantener su distancia era la muerte (de seguro morirá).
NO LO TOCARÁ MANO: Cualquier persona o animal que haya sido muerto por acercarse demasiado debía ser tenido como impuro, de tal forma que no se le podría tocar, por lo que ellos debían ser ejecutados con piedras o saetas.
Si hay algo básico sobre la naturaleza humana, es la de una necesidad de límites. Al poner estos límites y al traer la pena de muerte al quebrantarlos, Dios le mostró a Israel que la obediencia es más importante que sus sentimientos. Muchos Israelitas sintieron el ir más allá de los límites, pero ellos tuvieron que someter sus sentimientos a la obediencia.
 CUANDO SUENE LARGAMENTE LA BOCINA: El pueblo sólo se podía acercar cuando Dios los invitara, y la trompeta señalaba que la invitación estaba abierta. Al sonar de la trompeta ellos podían llegar al límite de la barrera, pero no podían ir más allá.
Los Israelitas debieron aprender duramente la lección del pecado y sus consecuencias separatista en la relación de Dios y la humanidad.

 LA TERRIBLE PRESENCIA DE DIOS EN EL MONTE SINAÍ


Éxodo 19:6-19 Aconteció que al tercer día, cuando vino la mañana, vinieron truenos y relámpagos, y espesa nube sobre el monte, y sonido de bocina muy fuerte; y se estremeció todo el pueblo que estaba en el campamento. Y Moisés sacó del campamento al pueblo para recibir a Dios; y se detuvieron al pie del monte. Todo el monte Sinaí humeaba, porque Jehová había descendido sobre él en fuego; y el humo subía como el humo de un horno, y todo el monte se estremecía en gran manera. El sonido de la bocina iba aumentando en extremo; Moisés hablaba, y Dios le respondía con voz tronante.

Estas señales de poder y gloria indicaban la presencia de Dios. Todo el ambiente habló de la presencia de Dios en un sentido terrible. Lo que Israel vio y sintió durante los truenos, relámpagos, la nube, el humo, y el terremoto era atemorizante; pero cada uno de estos eran fenómenos naturales (aunque espantosos). Pero el sonido de bocina no salió del campamento, sino del mismo cielo. No es de asombrarse de que se estremeció todo el pueblo que estaba en el campamento.
En contraste con este fuerte escenario, vemos a un Dios delicado y cuidadoso con el pueblo. La advertencia de no traspasar los límites “para ver a Jehová” muestra que él quería protegerlos y revelarles Su maravillosa realidad personal. Dios no es un mero objeto curioso, al que podemos acercarnos, examinar a voluntad y luego dejarlo sin ningún tipo de compromiso personal.

DIOS LE DICE A MOISÉS QUE BAJE PARA ADVERTIR AL PUEBLO OTRA VES QUE RESPETE LA SANTIDAD DE SU PRESENCIA EN EL SINAÍ.


Éxodo 19:21-25 Y Jehová dijo a Moisés: Desciende, ordena al pueblo que no traspase los límites para ver a Jehová, porque caerá multitud de ellos. Y también que se santifiquen los sacerdotes que se acercan a Jehová, para que Jehová no haga en ellos estrago. Moisés dijo a Jehová: El pueblo no podrá subir al monte Sinaí, porque tú nos has mandado diciendo: Señala límites al monte, y santifícalo. Y Jehová le dijo: Ve, desciende, y subirás tú, y Aarón contigo; mas los sacerdotes y el pueblo no traspasen el límite para subir a Jehová, no sea que haga en ellos estrago. Entonces Moisés descendió y se lo dijo al pueblo.

Éxodo 19 describe la admiración y temor que cada Israelita debió sentir en el Monte Sinaí. Es fácil pensar que esto les inspiró a un estilo de vida de santidad.
 Muchos hoy en día sienten que necesitamos más de los truenos y del fuego y del temblor del Monte Sinaí en la gente como una forma de apartarlos del pecado. Pero, después de no más de cuarenta días de éstos, toda la nación tendría una orgía sobre un becerro de oro, adorándole como al dios que los sacó de Egipto.
 “Admiración es una cosa: la sumisión de la voluntad es otra.” Israel tenía mucha admiración, pero poca sumisión de su voluntad.





DIOS TODOPODEROSO SE REVELA EN EL MONTE DE SION

Hebreos 12:18-24 dice claramente que bajo el Nuevo Pacto venimos a un diferente monte, que nuestra salvación y relación con Dios está centrada en el Monte de Sion, no en el Monte Sinaí.
Sinaí habla de temor y terror porque nos muestra la gravedad del pecado para Dios, pero Sion habla de amor y perdón, porque nos enseña el arrepentimiento y perdón de los pecados. Ambos no pueden ser entendidos de manera separada; son un complemento que nos lleva de la sombra a la perfección. Como dijimos en el Monte Sinaí vemos lo que afecta nuestro pecado en la relación con nuestro Dios, las barreras que el pecado pone entre nuestro Dios y nosotros. Si nos arrepentimos entregando nuestras vidas a nuestro salvador, significa que nuestra relación con Dios está centrada en el Monte de Sion, el nuevo pacto.
Hebreos 12:18-29 Porque no os habéis acercado al monte que se podía palpar, y que ardía en fuego, a la oscuridad, a las tinieblas y a la tempestad, al sonido de la trompeta, y a la voz que hablaba, la cual los que la oyeron rogaron que no se les hablase más, porque no podían soportar lo que se ordenaba: Si aún una bestia tocare el monte, será apedreada, o pasada con dardo; y tan terrible era lo que se veía, que Moisés dijo: Estoy espantado y temblando; sino que os habéis acercado al monte de Sion, a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial, a la compañía de muchos millares de ángeles, a la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos, a Dios el Juez de todos, a los espíritus de los justos hechos perfectos, a Jesús el Mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel. Mirad que no desechéis al que habla. Porque si no escaparon aquellos que desecharon al que los amonestaba en la tierra, mucho menos nosotros, si desecháremos al que amonesta desde los cielos. La voz del cual conmovió entonces la tierra, pero ahora ha prometido, diciendo: Aún una vez, y conmoveré no solamente la tierra, sino también el cielo. Y esta frase: Aún una vez, indica la remoción de las cosas movibles, como cosas hechas, para que queden las inconmovibles. Así que, recibiendo nosotros un reino inconmovible, tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia; porque nuestro Dios es fuego consumidor
Por lo tanto, no debemos de venir a Sion como si viniéramos a Sinaí. Debemos de apartar nuestra indecisión y armarnos de valor al venir a Dios. Pero a pesar de esto, hay mucho que aprender sobre el Monte Sinaí. Aprendemos de los requerimientos santos de Dios y de lo que debemos hacer antes de que podamos venir a Él. De una manera similar que aquellos en el Monte Sinaí, hay cosas que debemos de hacer para encontrarnos con Dios.
Debemos recibir la palabra de Dios, creciendo en santidad para que podamos ser hechos limpios. De esta manera estaremos respetando los límites de Dios, en cuanto a su santidad. Mantendremos refrenada nuestra carne, porque sabemos que venimos a un Dios santo y todopoderoso.
 Los contrastes que existen entre estas dos montañas, entre las cosas antiguas y las nuevas ayudan a decidir en que montaña quieres que tu relación con Dios y tu vida entera estén edificadas:
Sinaí está en un desierto seco, que representa una vida infructuosa sin Dios.
Sion es la ciudad del Dios Viviente, llena de vida abundante, para todo aquel que cree de verdad.
Sinaí, con todos sus temores y poder, es terrenal
el Monte de Sion al que venimos es celestial y espiritual.
Sinaí tenía a hombres culpables en el temor, a causa de su pecado y corazón no arrepentido
 Sion tiene a hombre justos hechos perfectos, por medio de la fe, arrepentimiento y justificación en Cristo
En el Sinaí Moisés es el mediador
 En Sion Jesús el mediador.
Sinaí colocó un Viejo Pacto, ratificado por la sangre de animales, que nunca harán perfectos los corazones.
Sion tiene  un Nuevo Pacto, ratificado por sangre del precioso Hijo de Dios.

Gracias Señor por mostrarnos tu inmenso poder al igual que tu infinito amor.
Gracias por no esconder de nosotros la triste realidad del pecado en nuestras vidas.
Nos demostraste con hechos en la experiencia de Israel, que necesitábamos igual que ellos, un cambio de corazón.
Ahora, amamos toda tu realidad, eres el Dios amor y fuego consumidor.
Tu llama consume todo vestigio de pecado que nos separe de ti
Tu amor nos sana y nos restaura para que estemos para siempre contigo en la eternidad.
Tú eres nuestro Dios Todopoderoso, que reina en Sion. Amén.

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