I.-EL PROPÓSITO ETERNO DE DIOS EN CRISTO (EFESIOS 1:1-14)
A. Salutaciones
Efesios1:1-2 “Pablo, apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, a los santos y fieles en Cristo Jesús que están en Éfeso: Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.”
Pablo empieza sus cartas según las normas epistolares corrientes en su época, mencionándose a sí mismo como el que escribe, para pasar luego a nombrar los receptores de su comunicación.
1. El autor de la carta
Se define el escritor de la carta como siendo el apóstol Pablo, embajador, enviado y comisionado de Cristo; el mismo apóstol declara que su ministerio es el producto de la voluntad, del designio irrefutable de Dios. Se identifica como un apóstol, es decir, una persona capacitada por el Espíritu Santo y a quién el Cristo resucitado había comisionado y enviado a un servicio especial. Llevaba a cabo su comisión apostólica por la voluntad de Dios, “como un enviado especial”
2. Los receptores de la carta
En el mismo versículo 1 se declara que la carta se dirige a los santos y fieles, a creyentes que estaban firmes en Cristo y que pertenecían a la iglesia local en Éfeso. Éfeso era, como vimos, una provincia del Asia Menor ubicada en lo que hoy es Turquía. Fue un importante centro religioso, cultural y comercial
“A los santos y fieles en Cristo Jesús”. Un estudio detenido del término "santos", tal como se emplea en las Epístolas de Pablo, revela que se aplica a todos los verdaderos creyentes por cuanto éstos se hallan "separados" del pecado y del mundo en Cristo Jesús. El origen del concepto se halla en las personas y objetos "santificados" o "consagrados" para el uso exclusivo de Dios en el Antiguo Testamento, con referencia especial a los sacerdotes del sistema levítico y a los enseres del Tabernáculo o del Templo. Otras cosas eran "profanas"; o sea, para el uso común, pero no así aquello que se había dedicado al servicio de Jehová. Se trata, pues, de la posición de los creyentes, escondidos en Cristo y apartados para Dios por este hecho.
La santidad posicional de los creyentes debiera manifestarse por medio de una vida santa, pero aquí se trata de lo que Dios había hecho por los efesios en su gracia.
Los "santos" son también los "fieles", que equivale a "creyentes" en general, sin que falte el indicio de que han de ser constantes en su profesión de fe, siempre "en Cristo Jesús".
3. Los términos del saludo
En el versículo 2 encontramos el clásico saludo del apóstol Pablo en todas sus cartas aunque falta la palabra “misericordia” que también suele incluir. El apóstol Pablo desea que la gracia, el favor de Dios y la paz producto de una relación sana con Dios nos sean dadas por el Padre y el Hijo. Al mencionar a ambos deja claramente establecida la deidad de Cristo, porque sólo Dios puede dar Gracia y Paz.
“Gracia y paz a vosotros”. He aquí la "bendición" normal con la cual el apóstol Pablo empieza sus cartas. Gracia, en su uso en el griego helenístico, no significaba gran cosa, pero absorbido el término en el lenguaje del Nuevo Testamento tomó carta de nobleza, pues no sólo indica "favor", sino toda operación divina que nace del amor de Dios y que tiene por objeto la cumplida bendición de los hombres "en Cristo". Se manifiesta sobre todo en la gran obra de la redención, pero el apóstol Pablo desea, en espíritu de oración y de súplica, que los efesios puedan experimentar esta obra divina a su favor en todos los detalles de su vida.
Paz era el saludo normal de los hebreos, y el apóstol Pablo la asocia siempre con la gracia. Es la aceptación tranquila y confiada de la voluntad de Dios, aun en medio de circunstancias que parezcan adversas y dolorosas. Sin la paz interna, y sin el amor pacífico que nos una a los hermanos, no puede haber manifestación alguna de la voluntad de Dios. La gracia y la paz proceden por igual de "Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo".
B.-EL PLAN DIVINO PARA LOS SIGLOS. BENDICIONES ESPIRITUALES EN CRISTO. EFESIOS (1:3-14)
1.-La doxología
Efesios 1:3 “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo”.
“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo.”
La doxología recita lo que Dios ha hecho en una expresión de adoración, alabanza y honra a Él. En esta sección majestuosa el apóstol Pablo escribe sobre as bendiciones que pertenecen a la Iglesia por medio del Padre, del Hijo, y del Espíritu santo. “Dios nos bendijo con toda bendición en los lugares celestiales.”
La sublime visión que se abre ante la mirada extasiada del apóstol le lleva a "bendecir" a Dios, llamándole "el Bendito", a la manera de los hebreos, ya que la palabra bendito, se traduce también “alabado sea”. Desde cierto punto de vista, sólo le compete a Dios bendecir a sus criaturas, pues éstas nada pueden añadir a su perfección divina, pero las doxologías son frecuentes en las Escrituras como reconocimiento de lo que Dios es en sí, siendo Fuente de toda bendición.
Es significativo que el apóstol Pablo eleve su doxología al "Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo", pues la expresión de la voluntad divina, que tantas bendiciones traerá sobre los fieles, se relaciona en todo momento con el Hijo, quien, por el misterio de la Encarnación y la consumación de su obra, llegó a ser Señor. El título completo nos recuerda también que él es Jesús, el Hijo del Hombre, como también el Cristo, en cuyas manos prosperan todos los propósitos de Dios. Así hemos de conocer a Dios viendo su gloria en la faz de Jesucristo, pues en vano intentaremos sondear los misterios del Ser del Trino Dios fuera de lo que se nos ha dado a conocer en el Hijo, y por la iluminación del Espíritu Santo (Mateo 11:27).
"Toda bendición espiritual." El Bendito no puede por menos que bendecir, según lo que Él mismo ha revelado de su Persona, y, bendiciéndonos, lo hace generosamente, con toda bendición "eulogía" en Cristo. Cuáles sean estas bendiciones es el tema de la carta, y sólo notamos aquí que se trata de bendiciones espirituales, no condicionadas por las fluctuantes circunstancias de esta vida. Desde luego, Dios puede bendecimos en cosas materiales, pero la visión de la fe convierte aun éstas en bendiciones espirituales. Aquí no cabe lenguaje para la falsa doctrina de la prosperidad.
Toda bendición se halla "en Cristo", como esfera dentro de la cual se derraman sobre nosotros, siendo él el instrumento único que las hace efectivas en nuestras vidas. No se contempla nada "fuera de Cristo" en este pasaje.
"En lugares celestiales."
Dios el padre le ha dado en Cristo toda bendición procedente desde el cielo mismo. Incluye nuestra unión con Cristo, el estar sentados con El en el cielo y nuestra adopción, redención y elección. Todos los dones espirituales para el servicio fluyen también de estas bendiciones que Dios da a cada creyente en el momento de la salvación.
Note que son bendiciones espirituales, no carnales, no producto de la astucia y sabidurías humanas. Contamos con el favor de Dios que debe producir alabanza en nosotros hacia Él. Note que estas bendiciones son en Cristo, sólo en Él, no deben buscarse en el mundo porque no las tiene.
Para estas bendiciones espirituales, no debemos esperar entrar a la gloria, porque ya están en Cristo y hoy yo estoy viviendo en Cristo. Las bendiciones que están en Cristo son en el aquí y en el ahora y se perfeccionan en el futuro.
"La elección en Cristo"
Efesios 1:4-6 “según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado,”
La idea de la elección divina fluye del importante tema de la unión espiritual: es “en Cristo”. La doctrina de la elección es una de las enseñanzas más fundamentales de la Biblia, y de las más mal interpretadas. Básicamente, la elección se refiere a plan de Dios por el cual cumple Su voluntad. Su significado se entiende mejor como la iniciativa soberana de Dios de llevar a las personas a la fe en Cristo, y el resultado es una relación especial de pacto con Él. Este tema sirve de fundamento para toda la sección de apertura de Efesios, que incluyen las frases: Dios “nos escogió”, “habiéndonos predestinado” y “predestinados conforme al propósito de Dios”.
El enfoque del apóstol Pablo en el enfoque cristocéntrico de la elección es de vital importancia. Dios nos escogió en Cristo antes de la fundación del mundo. Esto indica la centralidad del evangelio en el plan de Dios para la historia. Somos escogidos para ser santos y sin mancha. La santidad y la pureza son resultados, y no la base de la elección de Dios.
"La adopción como hijos de Dios."
A través del amor deliberado de Dios, los creyentes son adoptados en Su Familia. La adopción es la declaración legal de que somos hijos de Dios, con todos los derechos, los privilegios y los deberes que pertenecen a los creyentes.
La doctrina de "la adopción", "uiozesía", "colocar como hijo", es característica de los escritos del apóstol Pablo, y debiera estudiarse en (Galatas 4:4-7) y (Romanos 8:14-17). Es una de las hermosas figuras que ilustran las variadas facetas de la totalidad de la obra de salvación, basándose, como otras, en las costumbres sociales de entonces. La adopción en cierta familia de un niño que procede de otra es algo conocido en nuestros tiempos, pero adquiría una categoría especial en la esfera grecorromana de entonces. Si un cabeza de familia quedaba sin hijo heredero, o simplemente quería añadir otro joven a la familia ya existente, podía buscar a un muchacho o un joven de una familia digna, y, con el consentimiento de todos, previo una ceremonia solemne, le recibía como hijo suyo, con todos los derechos, privilegios y responsabilidades de los nacidos en la casa. El apóstol Juan, en sus escritos, suele subrayar el sagrado misterio del nuevo nacimiento, por el cual somos "engendrados de Dios", enfatizando la comunidad entre el Padre y el hijo. El apóstol Pablo añade la figura de la adopción con el fin de recalcar que el hijo no ha de ser una mera "criatura", sino un ser adulto, capaz de reconocer al Padre, de comprender sus propósitos, sirviéndole con fidelidad y devoción.
Aquí vemos que esta adopción, esta formación de una familia de hijos adultos, es algo que Dios preordinó,(disponer todo en el tiempo de Dios) en su amor, y según el beneplácito de su voluntad, antes de la fundación del mundo. Cuando el apóstol Juan contempla la familia de Dios, desde su punto de vista especial, exclama: "Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, que seamos llamados hijos de Dios, ¡y lo somos!" (1 Juan 3:1); cabe el mismo sagrado asombro al comprender que el amor de Dios le impulsó a constituir una familia de hijos adoptivos, en Cristo, desde la eternidad.
"Hijos para alabanza de la gloria de su gracia"
Todo el plan había de revelar ante la asombrada mirada de ángeles y hombres, la gloria de la gracia de Dios, al escoger a pobres hombres pecadores, transformándoles en hijos suyos en Cristo.
En algunas traducciones se conserva el sentido original, la idea de gracia en todas sus partes: "su gracia, con la cual nos agració". Los destinatarios del amor del Padre hallan la totalidad de esta gracia "en el Amado", precioso título del Señor que resonó del Cielo cuando se consagró a su obra redentora en su bautismo (Mateo 3:17).
"Para alabanza de su gloria" se halla también en los versículos 12 y 14, constituyendo una profunda verdad que recuerda el hecho de que la gracia infinita de Dios ha de hallar eco por medio de las alabanzas de los "agraciados", como también resonancia en todos los seres inteligentes, no rebeldes, que Dios ha creado (Apocalipsis 5:8-14).
El propósito final del plan redentor de Dios es la alabanza de la gloria de su gracia. Esta última es el favor gratuito de Dios a aquellos que no lo merecen. Los creyentes reciben la gracia sencillamente por la misericordia divina.
Romanos 11:36 "Porque de él y por él y para él son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén".
2.- La base y la finalidad cósmica del plan.
Efesios 1:7-8 “en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia, que hizo sobreabundar para con nosotros en toda sabiduría e inteligencia,”
“En quien tenemos redención” significa que los creyentes fueron comprados al precio de la sangre de Cristo y redimidos del pecado, de satanás y de la miseria de la naturaleza pecaminosa. Como resultado, nuestra deuda de pecado fue cancelada, y esto condujo al perdón total.
“La redención por su sangre.” En (Apocalipsis 13:8) hallamos la expresión: Cristo es "el Cordero que fue inmolado desde la fundación del mundo", el apóstol Pablo emplea el tiempo presente: "en quien tenemos redención por su sangre, la remisión de ofensas", pero la redención que ahora disfrutamos fue parte principal del plan eterno que expone en este pasaje. La Obra de la Cruz se llevó a cabo, en el plano histórico, en Jerusalén en el año 30 de nuestra era, pero lo que fue manifestado entonces tuvo su origen en el pensamiento y en la voluntad de Dios como medio para conjugar las demandas de su justicia con las exigencias de su amor al proyectar la salvación de hombres pecadores.
Redención ("apolutrósis") es una metáfora más que se saca de la vida social y económica de la época. Por ser muy conocido el término, sólo recordaremos muy brevemente que los que gemían bajo el yugo de la esclavitud en el Imperio de Roma sólo podían ganar su libertad por medio del pago del precio del rescate ("lutron") según las condiciones exigidas por la ley. Si un esclavo hallaba a un redentor que abonase el "lutron", recibiría los documentos que declaraban su libertad como miembro autónomo ya de la sociedad, y esta transacción se llamaba "redención". Como término que expresa una de las facetas de la salvación, afirma que Cristo es el Redentor, quien pagó el "lutron" mediante el cual nosotros nos hallamos libres: libres del pecado, de la potencia de Satanás, del sistema de este mundo y del temor de la muerte, para ser no ya "libertos" no muy bien mirados dentro de la sociedad, sino hijos adoptivos y amados de la familia de Dios.
Para comprender el verdadero significado de la sangre hemos de acudir a los sacrificios típicos, ordenados por Dios, en el sistema levítico, con referencia especial a la Pascua, los sacrificios de Levítico capítulos 1 al 7, el Día de Expiaciones y su epílogo (Levítico 16:1-17:11). El oferente se identifica con la víctima, y, al ser inmolada ésta, su sangre representa la vida ofrecida en sacrificio sobre el altar, y es "la sangre que hace expiación, a causa de ser la vida" (Levítico 17:11).
La sangre animal no podía cancelar el pecado, pero anticipaba simbólicamente la ofrenda de la Vida de valor infinito del Cordero de Dios sobre el altar de la Cruz, que es el único rescate "lutron" capaz de satisfacer la justicia de Dios en orden al pecado. La redención equivale aquí a la remisión de ofensas, pues el pecado se ha borrado y el que aprovecha la redención queda libre de su pesada carga de culpabilidad. Hay varios términos que señalan distintos aspectos del pecado, y el que se emplea aquí es "paraptama", un traspié, una caída por el camino de la vida, que constituye una ofensa contra Dios.
“Las riquezas de su gracia.” La obra expiatoria de Cristo es el medio por el cual tal cúmulo de bendiciones espirituales puede estar a la disposición del creyente, representada esta obra por su sangre. Todo el designio de la redención brotó de la gracia de Dios, que hemos explicado como el amor divino en acción, el poderoso motor de tan vasto plan. No es posible imaginar nada más sublime ni más amplio, de modo que el apóstol Pablo habla de las riquezas de su gracia que hizo abundar para con nosotros. Más tarde destacará el contraste fundamental entre la gracia de Dios y las obras humanas, siendo éstas totalmente ineficaces cuando se trata de la salvación del pecador (Efesios 2:4-10).
“La manifestación de la sabiduría de Dios.” Dios hizo que su gracia abundase para con nosotros "en toda sabiduría y discernimiento". Es fácil comprender que, detrás del sublime plan de Dios, y las operaciones de su gracia, se halla la sabiduría divina en grado inconmensurable. Sólo el ejercicio de la infinita sabiduría de Dios pudo lograr la reconciliación entre dos principios opuestos, su justicia y su amor, que se describe poéticamente en el (Salmo 85:10): "La misericordia y la verdad se encontraron; la justicia y la paz se besaron".
No es tan fácil ver la aplicación, en este contexto, del vocablo traducido por "discernimiento", "inteligencia" o "prudencia" que se halla asociado con la sabiduría, ya que normalmente es una actividad psicológica del hombre, algo que surge de su mente. Sin duda denota, excepcionalmente, la manera en que la sabiduría de Dios discernía la naturaleza del mal que había de ser vencido, proveyendo el único medio capaz de mantener su justicia y, a la par, manifestar su amor para con el hombre pecador.
3.- La coordinación futura de todas las cosas en Cristo
Efesios 1:9-10 “dándonos a conocer el misterio de su voluntad, según su beneplácito, el cual se había propuesto en sí mismo, de reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra.”
“La revelación del "misterio". La primera impresión que recibimos al leer el término "misterio", es que se trata de las profundidades del plan de Dios que no están al alcance de la inteligencia humana. Desde luego, tales "misterios" existen, pero no se trata aquí de ellos, pues el apóstol Pablo emplea el término "musterion" en un sentido técnico que sus lectores en Éfeso comprenderían perfectamente bien. Tanto en el judaísmo como en ciertos medios religiosos paganos, un "misterio" fue algo oculto a los ojos del vulgo, pero revelado al iniciado, capaz de entender el secreto.
Para el apóstol Pablo llega a ser algo escondido antes del advenimiento de Cristo, pero ya revelado a los fieles por medio del ministerio apostólico. Normalmente se trata del "misterio" de la constitución de la Iglesia, de creyentes hebreos y gentiles (Efesios 3:1-13), pero el misterio que se da a conocer en estos versículos se relaciona con el propósito divino de reunir todas las cosas en Cristo en el cumplimiento de los tiempos.
Los hombres naturales nada saben de este secreto de los propósitos de Dios, pero se pone al alcance de los fieles gracias a estas sublimes revelaciones del plan total de Dios. El poder contemplar el curso de la historia dentro de las vastas perspectivas del plan de Dios, con el conocimiento de la Meta final, debiera traer tranquilidad y paz al corazón del creyente instruido en el "misterio".
“La dispensación del cumplimiento de los tiempos.” En líneas generales, vemos que el beneplácito de Dios obra por medio de Cristo no sólo para derramar abundantes bendiciones sobre los fieles, miembros de su Iglesia, sino también para la consumación del plan total de la creación. El que nosotros vivamos espiritualmente en esferas celestiales no ha de hacernos olvidar el hecho de que Dios es Creador de todas las cosas, y que no en vano sacó a luz sus maravillosas obras. La mancha del pecado impide la manifestación de la perfección de lo creado ahora, pero hay razones para creer que la Obra de la Cruz tiene un alcance cósmico, es decir, universal. Habrá "cielo nuevo y tierra nueva", por un proceso de "conversión" de lo viejo en lo nuevo (Apocalipsis 21:1) (2 Pedro 3:10-13), que constituirá una nueva "dispensación del cumplimiento de los tiempos", bajo la plena soberanía del Cristo como Cabeza. Bajo el régimen del pecado, los "tiempos" llegan a su fracaso inevitable, pero, en Cristo, llegarán a su cumplimiento, cuando se manifieste lo que Dios se propuso en relación con ellos. Cristo y su Iglesia ocuparán el centro de la Nueva Creación, dando sustancia y significado a toda ella.
La palabra "dispensación" traduce "oikonomía", que significa, en primer lugar, la administración de una casa. De ella se derivó la voz moderna de "economía". En las Escrituras, señala la administración distintiva de cada uno de los "tiempos" o "siglos" que marca el desarrollo del proceso temporal o histórico desde la creación hasta este "cumplimiento" que se nota aquí. El cumplimiento de los tiempos se traduce más literalmente su plenitud.
“La consumación y reunión de todas las cosas en el Cristo.” La reunión de todas las cosas se expresa por un verbo muy especial, "anakefalaioomai", "encabezar", cuyo elemento fundamental es "kefale", "cabeza", o "kefalaion", "punto principal". Se empleaba en la retórica para indicar el resumen de los puntos anteriormente desarrollados en un discurso. En el contexto aquí no puede significar menos que la coordinación de todas las cosas, tanto seres inteligentes, como cosas materiales, bajo el control y dentro de la operación vital del Cristo de Dios.
El objetivo de la historia se basa en el propósito divino respecto al redentor crucificado, Jesús el Mesías, PARA QUIEN, POR QUIEN, Y EN QUIEN, son todas las cosas. El objetivo es establecer un nuevo orden en el mundo, del cual Jesucristo es la cabeza reconocida. El es quien precide un universo reunido. AHORA GOBIERNA Y REINA DESDE SU LUGAR A LA DIESTRA DEL PADRE; un día establecerá Su reino e introducirá los nuevos cielos y tierra, cumpliendo así el propósito redentor de Dios. Esto significa reunir en El todas las cosas…así las que están en los cielos, como la que están en la tierra.
4.- La herencia de Dios preordinada en Cristo
· Preordinada: “determinar y disponer todas las cosas desde la eternidad para que tengan su efecto en los tiempos que les pertenecen.”
Efesios 1:11-14 “En él asimismo tuvimos herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad, a fin de que seamos para alabanza de su gloria, nosotros los que primeramente esperábamos en Cristo. En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria.”
El consejo de la voluntad divina. Los términos del versículo 10 nos llevaron a la consideración de la consumación del vasto proyecto eterno que colocará todas las cosas bajo el señorío de Cristo, cuando se manifieste la plenitud de todos los tiempos. Más tarde el apóstol volverá a meditar en este aspecto cósmico de la obra de Dios, pero dentro del plan universal se halla la Iglesia, que es el tema especial de esta carta. No se nombra como tal, pero sin duda la "herencia" es la Iglesia. Las bendiciones son nuestras en Cristo y miles de astros no valen lo que un alma humana redimida. Dios obra todas las cosas conforme al consejo de su voluntad, y el punto céntrico del amante consejo es Cristo, y "en él" se hallan todos los fieles, quienes se presentan aquí como la "herencia" de Dios, o como su "posesión adquirida".
Antes de meditar en esta hermosa figura, quizá sea aconsejable señalar tanto la extensión como los límites de la notable declaración del versículo 11:
"Aquel (Dios) que obra todas las cosas conforme al consejo dé su voluntad"
Es una expresión admirable de la omnipotencia de Dios, ya que no hay voluntad alguna que pueda prevalecer contra el consejo de la suya. Ahora bien, esto no quiere decir que "Dios puede hacer cualquier cosa", según la idea popular; significa más bien que puede realizar todo lo que ha determinado según los postulados de su propio ser. En (Tito 1:2) leemos que Dios "no miente", o que "no puede mentir", mientras que Santiago declara que Dios "no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie" (Santiago 1:13). La omnipotencia de Dios toma en cuenta el hecho del mal, y es tal que puede hacer que las obras de los perversos redunden en alabanza suya; pero el Santo no puede realizar nada que esté en conflicto con su santidad esencial. Tampoco puede cambiar su propia ley determinando que "todo lo que el hombre siembra, eso también segará", pues no puede negarse a sí mismo.
He aquí la contestación a la repetida objeción de los incrédulos: "Si Dios es omnipotente, ¿por qué permite tal o cual tragedia que aflige aún el corazón de los hombres?". El origen del mal no se ha revelado, pero el consejo de la voluntad de Dios toma en cuenta el hecho, como también recuerda la necesaria responsabilidad moral del hombre que Él ha creado según sus propios designios. A pesar de la injerencia del mal, y de acuerdo con su pensamiento para el hombre, sigue ordenando todas las cosas para conseguir la consumación de lo que Él ha determinado; he aquí el significado bíblico de la "omnipotencia de Dios", que dista mucho de ser la mera aplicación de una fuerza arbitraria sin límites.
Creyentes judíos y gentiles forman parte de la herencia
La herencia es la posesión que Dios prepara para sí mismo en Cristo, y que se verá en toda su extensión y gloria en la plenitud de los tiempos. El verbo "en quien fuimos constituidos herencia" se deriva de "kléroo", o sea, "señalar una porción por medio de echar suertes", pero se ha de entender a la luz de la distribución de la Tierra Prometida entre las doce tribus de Israel, según los relatos del libro de Josué. Echando suertes, los ancianos de Israel determinaron "la porción" o "la herencia" que había de ser asignada en perpetuidad, tanto a las tribus, como a las familias dentro de ellas. En cuanto a la forma verbal, cabe la posibilidad del significado: "Fuimos hechos participantes de la herencia", o, alternativamente, que "fuimos constituidos herencia": la segunda alternativa parece convenir mejor al contexto, de modo que nosotros, los creyentes en Cristo Jesús, constituimos la herencia preordinada,(determinada y dispuesta desde la eternidad) y de nuevo hallamos la expresión: "para alabanza de su gloria", puesto que la manifestación de la herencia en toda su hermosura y plenitud revelará maravillosamente la gloria de Dios.
En el capítulo 2 hallaremos enseñanzas del apóstol sobre el derrumbamiento de la "pared intermedia de separación" entre judíos y gentiles, a los efectos de constituirse la unidad esencial de la Iglesia. Aquí contempla los dos aspectos del plan que determinó la formación de la herencia de Dios, pensando en todo cuanto Dios hizo por medio de Israel hasta que llegó "el cumplimiento del tiempo" para el advenimiento del Mesías (Gálatas 4:4), y luego en el llamamiento tanto de judíos como de gentiles para formar parte de la herencia según el glorioso plan de los siglos.
Si nos fijamos en las palabras y la frase subrayadas. "Nosotros" hace referencia al Israel espiritual que primeramente fijó su esperanza en el Cristo, en el Ungido, para que Dios fuese alabado. Al emplear el pronombre personal en plural, "nosotros", el apóstol Pablo se identifica con los creyentes judíos que reconocieron al Mesías y le aceptaron, según el plan de Dios para el verdadero pueblo de Israel. En marcado contraste, hallamos "vosotros", o sea, los gentiles que llegaron a formar parte de la herencia por la gracia de Dios después de oír la predicación del Evangelio en sus lejanas provincias, creyendo luego en Cristo para ser sellados por el Espíritu Santo.
El modo de la entrada de los gentiles en la herencia (Efesios 1:13-14). Las versiones modernas reflejan exactamente el griego al describir los pasos por los cuales los gentiles, ajenos al pacto especial con Israel, llegaron a ser parte constitutiva de la herencia de Dios. Como en el caso de los judíos creyentes, todo se realiza en Cristo. En cuanto al orden cronológico de los pasos, primeramente oyeron la Palabra, que no sólo era Palabra de verdad, como revelación divina, sino también "el evangelio de vuestra salvación", o sea, el mensaje que llegó a ser medio de salvación para sus almas. Fue preciso que la Palabra fuese creída, y se enfatiza la fe en Cristo, quien había sido el objeto de la fe de los judíos creyentes también.
Esta unión con Cristo permitió que fuesen sellados con el Espíritu Santo prometido. Volveremos al tema del sello del Espíritu Santo, pero ponemos de relieve aquí el orden normal de los pasos por los cuales hombres perdidos en sus pecados llegan a formar parte del pueblo de Dios, la herencia que Él preordinó, que se ha rescatado por la sangre del Cordero, y cuya redención completa está ya determinada. "La fe viene por el oír", dice Pablo en (Romanos 10:17), enunciando un principio fundamental que se ilustra una y otra vez en Los Hechos. El Evangelio es el mensaje divino, la verdad que Dios quiere que los hombres escuchen, anunciando la salvación en Cristo Jesús. Las almas sedientas reciben la Palabra con humildad y fe, abriendo sus corazones al Salvador, quien satisface sus anhelos y les da vida eterna.
Otras Escrituras nos aseguran que el Espíritu Santo opera en todas las etapas de la salvación en el alma humana, desde la convicción de pecado en adelante, pero aquí el énfasis recae sobre su obra de confirmación, ya que sólo el Espíritu de Dios puede comunicar la vida de Dios a quienes estaban antes muertos en delitos y pecados. Pero lo hace mediante la Palabra, que se recibe con fe; proceso que Pedro describe con más detalle en (1 Pedro:22-25). No "regenera" el alma en algún momento anterior y secreto, con el fin de que pueda escuchar la Palabra y recibirla, sino que opera conjuntamente con la Palabra, que es la preciosa semilla que germina para vida eterna.
Sellados por el Espíritu Santo de la promesa
Tanto los profetas como Jesús prometieron el Espíritu Santo. Se lo describe como un sello que demuestra propiedad y, a la vez como una forma de promesa que indica una redención futura. Aunque los creyentes no hayan experimentado aun una redención completa, Dios llevará a cabo la redención final (la vida en su presencia inmediata) de todos los que han recibido el Espíritu.
“El sello, las arras y la herencia redimida”. El significado de la figura del "sello" puede variar según el contexto, pero predomina el concepto de asegurar algo como el sello en un paquete certificado. Implícito en este concepto se halla otro: existe un dueño con autoridad para sellar el objeto, o la posesión, como algo que le pertenece por derecho propio e inalienable. Un sello estampado al final de un documento oficial sirve para garantizar su autenticidad y autoridad. El Espíritu Santo había sido prometido tanto en las Escrituras del Antiguo Testamento, como en la profecía de Juan el Bautista, reiterándose y confirmándose la promesa por el mismo Señor Jesucristo. El que recibe el Espíritu Santo es sellado como "posesión" de Dios en Cristo, no pudiendo ser de algún otro, sino de su nuevo Dueño.
Las "arras" "arraba" traducen un término que corresponde a la "señal" que confirma la compra de un terreno, de una casa o de un objeto de cierto valor. Antiguamente podía ser una parte anticipada de aquello que había de ser del comprador una vez que se hubiese completado la transacción, y este aspecto de la figura concuerda bien con los indicios de la obra del Espíritu Santo aquí. No sólo garantiza nuestra herencia futura, sino que él mismo, Dios "dado" a nosotros, es parte esencial de la herencia.
El pensamiento básico del apóstol, al emplear la figura de la herencia, es que Dios ha adquirido una posesión que un día será "redimida" totalmente, según su plan eterno, "en Cristo". Consiste en las almas procedentes del judaísmo y de la gentilidad, que han sido rescatadas de este mundo y del poder del diablo por la sangre de Cristo (Efesios 1:7). La redención es un hecho ya en cuanto a nuestra vida espiritual, pero es evidente que aún vivimos sujetos a las circunstancias que han surgido de la Caída, de modo que, en el lenguaje de (Romanos 8:23),
Romanos 8:23 "gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo".
Es decir, la redención, ya hemos subrayado anteriormente que se trata de una liberación que abarca el cuerpo y no sólo la vida interior; todavía esperamos la resurrección del cuerpo que nos librará aun de la presencia del mal, llevándonos a la culminación de una personalidad salvada. El Espíritu Santo es la "señal" del "completo rescate" de la posesión adquirida, para alabanza de la gloria de Dios.
Se muestra un segundo aspecto del significado de la "herencia" en el versículo 14, ya que se llama "nuestra herencia", de la cual el Espíritu Santo es "señal". Es un concepto complementario, pues si bien Dios lleva a cabo su designio, al redimir su herencia que también se llama "posesión adquirida", al mismo tiempo nosotros, los redimidos, vamos a posesionarnos de la herencia que Dios nos prepara, según las repetidas promesas del Nuevo Testamento. No la hemos ganado nosotros, pues todo será de pura gracia, pero Dios ha determinado que hemos de reinar con Cristo, y que nuestra esfera natural en los siglos de los siglos corresponderá a la fidelidad con la cual hayamos desempeñado nuestra mayordomía espiritual en la tierra.
Dentro de su vasta "posesión adquirida" habrá un "edificio" especial de los herederos con Cristo (1 Corintios 3:9), no para que nosotros seamos "algo", sino con el fin de que le sirvamos según sus planes eternos, y como medio de glorificarle para siempre. Dios tendrá sumo placer al contemplar la bendición final de los suyos, pues en (Efesios 2:6-7) leemos:
Efesios 2:6-7 " juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús, para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús.”
“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, quien nos hizo renacer para una esperanza viva”
¡AMÉN Y AMÉN!
Próximo encuentro: Seguimos analizando las bendiciones espirituales en Cristo.
El Espíritu de sabiduría y revelación.
Las riquezas de la gloria de su herencia
La supereminente grandeza de su poder
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