Aprendamos del Salmo 13

 


 Salmo 13

Plegaria pidiendo ayuda en la aflicción

Al músico principal. Salmo de David.

Salmo 13:1-6 “Hasta cuándo, Jehová? ¿Me olvidarás para siempre?

¿Hasta cuándo esconderás tu rostro de mí? ¿Hasta cuándo pondré consejos en mi alma,

Con tristezas en mi corazón cada día? ¿Hasta cuándo será enaltecido mi enemigo sobre mí?

Mira, respóndeme, oh Jehová Dios mío; Alumbra mis ojos, para que no duerma de muerte; Para que no diga mi enemigo: Lo vencí.

Mis enemigos se alegrarían, si yo resbalara. Mas yo en tu misericordia he confiado; Mi corazón se alegrará en tu salvación. Cantaré a Jehová, Porque me ha hecho bien.”

 

Al escribir este Salmo, David estaba siendo perseguido, probablemente por el rey Saúl, y escondido en la cueva de Adulam, mientras los filisteos se habían reunido para tratar de encontrarlo. Perseguido día tras día se encontraba en una situación desesperada. Y en medio del cansancio del cuerpo y el resentimiento clamó a Dios.

Encontramos en la introducción de este Salmo a quien va dirigido y dice.Al músico principal. Salmo de David. El músico que dirigía el coro de alabanza, debía tomar en cuenta que este salmo había sido escrito por David. ¿Qué implicaciones tenía esto? No lo podemos saber a ciencia cierta. En todo caso, lo que sí podemos saber es que David también cojeaba del mismo pié que cojeamos algunos de nosotros, ”la impaciencia” porque David también se muestra impaciente en este salmo. Después de todo, David también era un ser humano y parece que la impaciencia está muy ligada a todo ser humano.

Al comenzar a leer este corto y maravilloso Salmo, lo primero que podemos observar, es a un David que despliega una actitud de mucha impaciencia.

Salmo 13: 1-2 “¿Hasta cuándo, Jehová? ¿Me olvidarás para siempre? ¿Hasta cuándo esconderás tu rostro de mí? ¿Hasta cuándo pondré consejos en mi alma, Con tristezas en mi corazón cada día? ¿Hasta cuándo será enaltecido mi enemigo sobre mí?  Mira, respóndeme, oh Jehová Dios mío;”

 

Los días tenebrosos no son cosa nueva para el pueblo de Dios. David vio tales tiempos. Ningunas tinieblas son tan terribles como las tinieblas espirituales. Aquellos momentos en que clamamos una y otra vez y vemos que en el cielo hay silencio para nosotros.

Vemos con consuelo, que la palabra de Dios muestra que no somos los únicos. Así como David, podemos ver la miseria de Job al tocar fondo cuando dijo: “¡Quién me diera el saber dónde hallar a Dios! (…) He aquí yo iré al oriente, y no lo hallaré; y al occidente, y no lo percibiré; si muestra su poder al norte, yo no lo veré; al sur se esconderá, y no lo veré” (Job 23:3, 8-9).

No hay nada más terrible para el alma, cuando dejamos que los pensamientos nos lleven a creer que estamos tratando con un Dios que se esconde de nosotros, que es hostíl, desapegado.  En momentos así, la esperanza desespera, y la desesperación espera. A pesar de que nuestros sentimientos y emociones confundidas, golpean una y otra vez nuestra fe, sabemos a pesar de todo; que lo único que queda, es el gemido indecible con que el Espíritu Santo intercede en nosotros.

Cuando Dios retrasa sus visitas de auxilio, tiene sabias razones para semejante conducta. El tiempo de liberación que Dios establece normalmente se halla más distante de lo que nuestra ignorancia nos dice que es mejor. Pretendemos saber cuál tiempo es el más propicio para que el Señor actúe, y oramos pretendiendo forzar sus respuestas a nuestro imperfecto tiempo humano.

La respuesta de Dios muchas veces, está más cercana de lo que nuestra incredulidad nos permite esperar. ¿Cuál es la razón?. Dios es más sabio y grande que el hombre.

Clamar cuando Dios oculta su rostro no es pecaminoso. Aun nuestro Señor,  “el hombre sin pecado exclamó: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” (Mateo 27:46). Imitemos su humildad y su fe. Debemos guardar nuestras almas del fatal error de creer que nos está rechazando, porque a veces es necesario que posponga nuestra liberación.  Debemos dar su tiempo a Dios.

David no podía soportar sentir lejos la presencia de su Dios. El dice “moriré si no contemplo su rostro en paz y en justicia.”. Pero como sabemos, no toda repetición, en nuestras oraciones son prohibidas, sino la vana repetición. Cuatro veces clama David: ¿Hasta cuándo?

Está bien que a menudo nos preguntemos, en medio de pruebas: ¿Esta cosa me afectará un mes, o un año, desde ahora? ¿Qué pensaré sobre ello en la hora de la muerte? En la eternidad, ¿lo consideraré de alguna importancia?.

Al clamar: ¿Hasta cuándo? ¿Por siempre?, David nos enseña a extender nuestra mirada lo más lejos posible hacia el futuro, para que nuestro presente dolor no nos prive enteramente de esperanza.

Cuán maravilloso es que Dios a menudo permita que su pueblo se encuentre durante algún tiempo bajo el poder de aflicciones, de maridos,  padres, señores,  gobernantes crueles, difíciles. Aunque nos parezca contradictorio e ilógico según nuestro punto de vista humano terrenal. Esta es la escuela en que los santos somos a menudo disciplinados para ser útiles para gloria de Dios. Lo que consideremos una dificultad intolerable, nos conduce lentamente a la dicha y a la victoria.

Querido hermano/a, si la fe no tuviese victorias y consuelos, estaríamos desalentados. Demos gloria a nuestro Dios, quien nunca permite que su pueblo sea tentado más de lo que pueda soportar.

Muchas veces es mejor estar orando en el vientre de la ballena que dormido en el barco. En ambos casos, tanto para Jonás, como para David, la misericordia de Dios sostuvo su fe. Su fe en la misericordia de Dios llenó sus corazones de gozo en su salvación; su gozo  llenó sus corazones de cánticos de alabanza.

Cuando nuestro espíritu esta turbado, el alivio llega cuando damos rienda suelta a nuestro dolor, especialmente si lo hacemos ante el trono de la gracia de nuestro dulce Señor. En este bendito trono, es donde estamos seguros de hallar a uno que se aflige en las aflicciones de su pueblo, y se conmueve ante sus males.

Nunca dejemos de llevar una práctica tan excelente como es la oración, siempre clamemos ¡Oh Señor!, esto nutre el alma; porque si los hombres no consideran nuestra causa, Dios sí. La presencia de Dios, es la vida del alma .Nada más ilumina nuestros ojos y corazón.

Teniendo tal seguridad y paz en Dios, podemos decir ahora junto al Salmista: ¡Respóndeme Jehová!

Salmo 13:4-5 “Para que no diga mi enemigo: Lo vencí. Mis enemigos se alegrarían, si yo resbalara. Mas yo en tu misericordia he confiado; Mi corazón se alegrará en tu salvación.”

Es terrible la malicia del hombre sin Dios. Su regocijo está cuando el pueblo de Dios sufre, su carácter es probado, o sus planes derribados. Siempre el corazón con odio, se regocijará cuando el bien sufre calamidades. Pero cada Salmo nos ha enseñado, que el mal ciertamente será retribuido. El infierno siempre sigue al mal, sin perdón, ni arrepentimiento.

Los creyentes aprendemos que no es de forma humana, o por sentimientos naturales, como en nuestra miseria reconocemos  la preocupación de Dios por nosotros. Solo por la fe recibimos su providencia invisible. A David le pareció que Dios le había abandonado, pero gracias al mirar con sus ojos por medio de la fe, pudo dirigir sus gemidos y deseos a Dios.

La misericordia de Dios es dulce al pecador y al creyente que sufre. El creyente vive por ella y espera en ella. Para el, la misericordia de Dios es preferible ante cualquier fuente de gozo. Cuando piensa en Dios como su único recurso, es un bienaventurado.

¡Oh que lleno de gozo termina el Salmista esta oración”

Salmos 13:6 “Cantaré a Jehová, Porque me ha hecho bien.”

Por muy largo que sea el tiempo de sufrimiento para los justos, no durará siempre, sino que pronto lo seguirá un tiempo de gozo. Ningún cambio es tan grande ni tan repentino que Dios no lo pueda efectuar para su pueblo, si es para su bien. David comienza su cántico con tristeza, pero lo acaba con alegría.

Las pruebas y victorias de los santos de todas las épocas ocurren de igual manera. Las mismas quejas y los mismos cánticos han sido en cada generación. Este salmo es tan aplicable a los creyentes de nuestra época como a los de cualquier otra anterior.

Nunca olvide que el pesado viaje por el desierto, tuvo un deleitoso reposo en Canaán.

Le invito a decir con todo el corazón.

 


! AMÉN!

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