La
santidad de Dios está dentro de los atributos divinos comunicables y tiene que
ver con el carácter de Dios y sí puede comunicarse al hombre. Así que nosotros
debemos esforzarnos a imitarles. Gracias a Dios el Espíritu Santo nos ayuda paulatinamente
a reflejar más de esos atributos cada día: su amor, misericordia, justicia,
paciencia, santidad, etc.
En
contraste, los atributos incomunicables son los que nosotros no debemos ni podemos
tener, porque se tratan de la esencia misma de Dios: omnipotencia,
omnipresencia, aseidad, omnisciencia, incomprensibilidad, simplicidad, etc.
Aunque
el Espíritu Santo nos está transformando a la imagen de Dios, no nos está
haciendo más omnipotentes, más omniscientes. Todo eso corresponde exclusivamente
a Dios, y es lo que lo distingue absolutamente de todo ser creado, en el cielo
y en la tierra.
Dos aclaraciones importantes:
1.-Siempre
debemos recordar que los atributos de Dios no describen partes de Dios.
Nosotros dividimos los atributos en dos categorías (comunicables e
incomunicables), para ayudarnos a
comprender, pero Dios es indivisible. Él no tiene partes, como vimos en el
atributo de simplicidad (unidad perfecta de un Dios perfecto). Todo su ser es
justo, como todo sus ser es amoroso, como todo su ser es omnisciente,
omnipotente. Sus atributos no compiten en su esencia, sino que viven en
perfecta armonía. El carácter de Dios es maravilloso, insondable.
2.-Dios
es Dios, nosotros somos las criaturas. Aunque nosotros quisiéramos ser justos
como Dios es justo, eso no significa que nosotros podemos hacer todo lo que él
es. El como Dios debe tomar venganza, porque es justo que lo haga, aunque
nosotros no la debemos tomar en nuestras manos
SANTIDAD DE DIOS
El capítulo 6 de Isaías nos revela algo que
pocas veces ocurre en la Escritura: nos muestra una palabra, santo, siendo elevada a
un grado máximo de importancia.
Isaías 6:1-3 En el año que murió el rey Uzías vi yo al Señor sentado sobre un
trono alto y sublime, y sus faldas llenaban el templo. Por
encima de él había serafines; cada uno tenía seis alas; con dos cubrían sus
rostros, con dos cubrían sus pies, y con dos volaban. Y el uno al otro daba
voces, diciendo: Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la
tierra está llena de su gloria.
En el lenguaje bíblico “mencionar algo tres veces seguidas es elevarlo a su grado superlativo y adjudicarle un énfasis de super importancia”
El atributo de la santidad de Dios no debe
entenderse como el más importante, (todos tienen la misma
importancia), lo que es importante resaltar, es que nos muestra que la santidad
divina es tan majestuosa e infinita que no la puede contener el lenguaje
humano. Es una santidad inefable.
La santidad de Dios es el atributo por
excelencia que revela la gran distancia entre el Soberano y el súbdito.
La raíz hebrea qad es
la que está detrás de la palabra santidad y quiere decir “cortar”, “separar”, o
“apartar”. Es por esta base etimológica que entendemos que la santidad divina
implica estar separado o apartado de algo. En este caso, Dios está absoluta y
eternamente apartado de todo pecado e impureza moral.
Esta gloriosa perfección divina es
tan pura que su fulgor llevó a los serafines, en Isaías 6, a cubrirse el rostro
con sus alas. Dicho de otra forma, la luz de la santidad de Dios es tan intensa
e inaccesible que no puede ser vista, incluso por seres libres de pecado como
los ángeles.
1 Timoteo 6:16 el único que tiene inmortalidad, que habita en luz inaccesible; a quien
ninguno de los hombres ha visto ni puede ver, al cual sea la honra y el imperio
sempiterno. Amén.
Pero eso no es todo lo que estos
serafines hacían en la visión que Dios le mostró a Isaías. Ellos “también se
tenían que cubrir los pies reconociendo que eran criaturas en
la exaltada presencia de Dios”
El principal significado de santidad es
la trascendencia de Dios. Esto significa que Dios es, en un sentido
absoluto y ontológico (relacionado con su Ser), distinto a su creación. Esto
expresa que hay una distancia infinita que nos separa de Dios. De ahí la
frase “alto y sublime” que aparece en varios pasajes en conexión con la santidad
divina
Isaías 57:15 Porque así dijo el Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo
nombre es el Santo: Yo habito en la altura y la santidad, y con el quebrantado
y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu de los humildes, y para
vivificar el corazón de los quebrantados.
La trascendencia, en otras palabras, declara
que jamás podremos estar a la misma altura y categoría que Dios. Él está por
encima de todas sus criaturas, siendo y existiendo en una categoría única de
eterna, inmutable, suprema, e infinita majestad. Él merece toda la adoración y
temor de sus criaturas. Esta es la idea principal detrás de la santidad divina.
Ante un Dios santo y trascendental nos damos
cuenta de nuestra pequeñez, finitud, y de que somos criaturas indignas.
Dios merece toda la adoración y temor de sus
criaturas. Esta es la idea principal detrás de la santidad divina
LA SANTIDAD DE DIOS IMPUTADA AL
HOMBRE
La
imputación de la santidad de Cristo es parte de la salvación por gracia. Dios no
nos debe nada, pero el deposita santidad en el creyente cuando este ejerce fe
en la persona de Cristo mediante la salvación.
Jesús
al vivir hizo tres cosas que hacen posible la salvación.
1.-
Vivió una vida en perfecta conforme a la ley y Dios. Una vida que nadie ha
podido vivir. Esto es acumular méritos que son cargados a nuestra cuenta. El nació
como hombre, vivió como hombre.
Hebreos 5:7-9 Y Cristo, en los días de su carne, ofreciendo
ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la
muerte, fue oído a causa de su temor reverente. Y aunque era Hijo, por lo
que padeció aprendió la obediencia; y habiendo sido perfeccionado, vino a
ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen;
2.-
Cristo fue a la cruz, murió y pagó el castigo del pecado que a mí me tocaba
pagar. Su sacrificio sustitucionario. Mis pecados le fueron imputados a Cristo
como si él hubiese cometido cada uno de ellos. Por eso el termino siendo castigado
en la cruz, porque en realidad el merecía el castigo, porque había tomado sobre
sí mismo mis pecados y lo de los hombres.
Isaías 53:4-6 Ciertamente llevó él nuestras
enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por
azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras
rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre
él, y por su llaga fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos
descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová
cargó en él el pecado de todos nosotros.
2 corintios 5:21 Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo
pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.
El
día en que esa salvación se hace presente en la vida, cuando abrazamos a Cristo
como salvador y depositamos la fe en el para perdón del pecado de manera
exclusiva, entonces, entendiendo que no hay otro nombre bajo la tierra en quien
poder ser salvo. Ese día Dios me imputa la santidad de Cristo.
La
palabra imputar, viene del griego “imputare” y significa: “cargar a la cuenta de otro”, por lo tanto, ese día de salvación,
Dios me carga a mi cuenta, LA SANTIDAD DEL CARÁCTER DE CRISTO.
Dios
me mira como si yo hubiera vivido la vida de Cristo, a pesar de que no lo hice.
De la misma manera que Cristo al morir en la cruz hubiese vivido mi vida,
aunque él no lo hizo. Esto es igual, en ambas direcciones.
Desde
ahí en adelante mi salvación es otorgada, no porque yo la merezca, sino porque
a mi cuenta ha sido cargada la obra de Cristo, tanto de su vida, como su muerte
en la cruz.
3.-
Cristo resucitó al tercer día. Venció al pecado, a la muerte al resucitar. Esto
garantiza todas las promesas de salvación.
La
resurrección valida quien Jesús afirmó ser, es decir, el Hijo de Dios y Mesías .Su resurrección fue la señal del
cielo que autentificó su ministerio. Si él no hubiera resucitado no tendríamos un
salvador, ninguna salvación y ninguna esperanza de vida eterna. Como dijo el Apóstol
Pablo nuestra fe seria vana, el evangelio seria impotente y nuestros pecados permanecerían
imperdonables.
1 Corintios 15:14-19 Y si Cristo no resucitó, vana es
entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe. Y somos hallados
falsos testigos de Dios; porque hemos testificado de Dios que él resucitó a
Cristo, al cual no resucitó, si en verdad los muertos no resucitan. Porque si
los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó; y si
Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados. Entonces
también los que durmieron en Cristo perecieron. Si en esta vida solamente
esperamos en Cristo, somos los más dignos de conmiseración de todos los
hombres.
Jesucristo
es la primicia de los que han dormido. En otras palabras Jesús abrió el camino
en la vida después de la muerte. Su resurrección es un principio básico de la
de cristiana. A diferencia de otras religiones, el cristianismo posee un Fundador
que trasciende la muerte y promete que sus seguidores harán lo mismo. Todas las
demás religiones fueron fundadas en hombres o profetas cuyo fin fue la tumba.
¿Cómo operan estos tres puntos en
la vida del creyente?
Para
mi salvación necesito, la muerte, la resurrección, la vida de Cristo y mediante
esta la imputación del carácter de Cristo a mi favor; de tal forma que mi carácter
moral que me permite entrar al reino de los cielos no es algo que yo poseo,
sino algo que me han entregado por la obra de Cristo en la cruz.
Roma
enseña que el carácter moral que nos permite entrar al cielo es una santidad que nosotros hemos ganado; en la medida como hemos
vivido y a través de las obras que llevamos a cabo durante toda nuestra vivencia. Una es
imputada y la otra es ganada por el mismo pecador.
Efesios 2:8-9 Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe.
Efesios 2:8-9 Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe.
Romanos 7:18 Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el
querer el bien está en mí, pero no el hacerlo.
El
punto de vista bíblico es claro en decir que no existe ser humano separado de Dios
que pueda obrar y agradar a Dios. La única manera es por medio de la salvación que
involucra toda la obra de Cristo como vimos. Por esta razón, el creyente al
serle imputado (cargado a su cuenta) el carácter santo de Cristo, es
capacitado para vivir una nueva vida, cuyo obrar no debe estar enraizado en su
antigua naturaleza, sino en la nueva, la cual ha recibido de Dios, por medio
del Espíritu santo. Vida nueva, que es el mismo hijo de Dios viviendo en el
creyente.
El
apóstol Pablo define que esta imposibilidad de agradar a Dios, se manifiesta en
el obrar del ser humano, el cual es producto de lo que la biblia denomina la
carne. Podemos decir que la carne representa toda manifestación de los apetitos
del hombre, los cuales la biblia define como obras de la carne.
Gálatas 519-21 Y manifiestas son las obras de la carne, que
son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría,
hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones,
herejías, envidias, homicidios, borracheras,
orgías,
El
carácter del hombre manifiesta las
inclinaciones que tiene respecto a cada preferencia. Su estado caído, no
regenerado, según lo que la palabra expresa, solo tiene inclinaciones
pecaminosas y por lo tanto su vida esta presa en manifestar: todas, algunas de
estas obras en menor o mayor grado, pero no puede dejar de manifestarlas. Por
esta razón es absurdo pensar que la salvación pueda ser mediante un carácter moral
santo, ganado por el hombre mediante sus buenas obras y no imputado por Dios
mediante Cristo y su santidad.
El
creyente no solo debe saber que la santidad de Cristo le ha sido imputada y que
tiene un carácter moral nuevo. Es necesario también que conozca el punto de
vista de Dios respecto al obrar de la antigua naturaleza, que se manifiesta en
el carácter corrupto.
LA CARNE DESDE EL PUNTO DE VISTA DE
DIOS
Lo
que agrada o desagrada a Dios no tiene relación
alguna con el bien o el mal, sino con el origen de las cosas. La conducta puede
ser muy buena, pero ¿de dónde procede?
Romanos 8:1-9 Ahora, pues, ninguna condenación
hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne,
sino conforme al Espíritu. Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la
ley del pecado y de la muerte. Porque lo que era imposible para la ley, por
cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne
de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne; para que la
justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la
carne, sino conforme al Espíritu. Porque los que son de
la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en
las cosas del Espíritu. Porque el ocuparse de la carne
es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz. Por
cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se
sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden; y los que viven según la carne no
pueden agradar a Dios. Más vosotros no vivís según la
carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros.
Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él.
Al
leer estos versículo, realmente vemos cuan vana es la conducta del hombre que
se expresa según la carne, es decir que busca agradar a Dios por sus propios
medios.
Por su parte los creyentes deben ver con precisión
la evaluación que Dios hace acerca de la carne, ya que de esta manera no se equivocaran.
Aunque los seres humanos hacen una distinción entre una conducta buena y una
mala, Dios no hace distinción en la conducta, sino que evalúa el origen de las
obras. Delante de Dios, una acción perversa y corrupta es igual a la obra más
excelente de la carne. Ambas son de la carne y no pueden agradarle. En el mismo
grado en que Dios aborrece la injusticia, aborrece la justicia que el hombre se
atribuye a sí mismo.
Delante
de Dios, las buenas obras que se hacen en la esfera natural, sin regeneración y
sin unión con Cristo, ni dependencia del espíritu santo no son menos carnales
para Dios que el adulterio, la inmoralidad, la impureza, el libertinaje, etc.
Por muy excelente que sean las buenas obras del hombre, si no surgen de una vida
nueva, santa, son carnales y por ende Dios las rechazas. Dios abomina todo lo
que pertenece a la carne, independientemente de las apariencias externas, tanto
si se trata de un pecador, como de un santo. Su veredicto es el mismo, la carne
debe morir mediante una vida de obediencia y que sus obras nazcan de una nueva
naturaleza, de hombres a los cuales se les ha imputado la santidad de Cristo.
El
Señor Jesús dijo: “La carne para nada aprovecha”
Juan 6:63 El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las
palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida.
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