LA DEIDAD DE CRISTO




 

La Biblia da testimonio de la vida y obra del Señor Jesucristo como un hilo escarlata que está entretejido a lo largo de todo el relato bíblico. Como la segunda persona de la deidad, la persona y la obra del Salvador, constituyen el testimonio central de todas las escrituras.

 

“Yo me postré a sus pies para adorarle. Y él me dijo: Mira, no lo hagas; yo soy consiervo tuyo, y de tus hermanos que retienen el testimonio de Jesús. Adora a Dios; porque el testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía”.

Apocalipsis 19:10

 

A la humanidad le es difícil creer en el evangelio, dado que este presenta verdades que le son difíciles de entender y sobrepasan su entendimiento humano. Lo más triste es que muchas personas hagan que la fe sea algo más difícil de lo que deba ser, debido a que se tiende a encontrar dificultades donde no debiera haberlas.

Temas como la expiación, la resurrección, han sido piedras de tropiezo para muchos. Algunos se preguntarán ¿cómo creer que Jesús se levanto físicamente de la muerte? Es más fácil creer en una resurrección temporal a consecuencia de un desmayo, o el robo del cuerpo, antes que a la doctrina cristiana de la resurrección,

¿Qué diremos del nacimiento virginal? Doctrina que ha sido muy cuestionada y ampliamente rechazada en el pasado y mucho más en este tiempo.

Otras fuentes de controversia han sido los milagros realizados por Jesús, sanar enfermos, andar sobre el agua, alimentar a cinco mil, levantar a los muertos.

Estos cuestionamientos producen inseguridad y dudas, sobre todo a aquellos que están al borde de la fe y se sienten perplejas en el día de hoy.

Pero, la verdadera dificultad no está en estos puntos doctrinales, ni verdades bíblicas. No es en estos temas en que el evangelio nos enfrenta con el misterio supremo.

La dificultad radica, no en el mensaje de la resurrección, de la expiación, sino en el mensaje de la encarnación. La afirmación más asombrosa, es que Jesús de Nazaret era Dios hecho hombre: que la segunda persona de la Deidad es el segundo hombre.

1 Corintios 15:47 “El primer hombre es de la tierra, terrenal; el segundo hombre, que es el Señor, es del cielo”.

Con lo cual quedó decidido el destino de la humanidad; segunda cabeza representativa de la raza, que adoptó la humanidad sin perder la deidad, de modo que Jesús de Nazaret era tan completa y realmente divino como lo fue humano. Vemos en esto la pluralidad de personas dentro de la unidad de Dios, y la unión de la Deidad y la humanidad en la persona de Jesús.

Los fundamentos más grandes del cristianismo nacen en la primera navidad. Las revelaciones y profundidades más grandes e inescrutables yacen en este misterio.

Juan 1:14 “El Verbo fue hecho carne”

El nacimiento, infancia y vida de Jesús fue una hermosa realidad. Dios se hizo hombre, el Hijo divino se hizo judío; y el Todopoderoso se hizo presente en esta tierra en forma de un niño indefenso, incapaz de hacer otra cosa que estar en ese pesebre, necesitado de cuidado, incapaz de comprender, necesitando cuidados, haciendo ruidos como un bebé, aprendiendo a hablar. La infancia del Hijo de Dios fue una absoluta realidad. No hay nada más maravilloso que esta hermosa verdad. La realidad supera nuestra ficción. Nada nos ofrece algo tan sublime como la doctrina de la encarnación.

En esta verdad que fundamenta todo el evangelio, también reside la verdadera piedra de tropiezo del cristianismo. Muchos naufragaron en el pasado y hoy también naufragan. Judíos, musulmanes, unitarios, testigos de Jehová, como también muchos que no entienden la resurrección, la expiación, y  los milagros.

Muchas de las dificultades y cuestionamientos en cuanto al relato bíblico nacen de una creencia inadecuada o una falta de fe en la encarnación. Toda dificultad de comprensión se disuelve una vez que se acepta plenamente la realidad de la encarnación.

Los evangelios de Mateo y Lucas relatan detalladamente como vino el Hijo de Dios. Sus relatos dan testimonio de las circunstancias reales de su venida. Mas que poéticos son testimonios brutales y crueles de la verdad de su llegada al mundo.

No quieren que nos detengamos en detalles morales, circunstancias del nacimiento, aunque es importante, en cuanto a la veracidad de la profecía. El punto central de ellos era brindarnos claridad respecto a la identidad del niño. En relación con esto el Nuevo Testamento afirma dos cosas.


1.-El niño que nació en Belén era Dios.

Siendo más precisos, al decirlo en lenguaje bíblico, era el Hijo de Dios, o como lo dice categóricamente la teología cristiana, Dios Hijo.

Es en esta expresión “El Hijo”, que debemos poner suma atención y cuidado. Nótese, que no dice un hijo, sino “El Hijo”. El Apóstol Juan lo repite cuatro veces en los primero tres capítulos de su evangelio, con el fin de asegurarse de que sus lectores entendieran sin error, el carácter único de Jesús, era el “unigénito de Dios”

Juan 1:14 “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad”.

Juan 3:16,18 “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él. El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios”.

La afirmación de que Jesús sea el “unigénito de Dios”, no es la respuesta definitiva a todas las interrogantes acerca de su identidad. No puede serlo, no porque no sea una base fuerte en sí misma para aseverar esta gran verdad. Lo que sucede es que la frase misma, “Jesús es el unigénito de Dios”, da lugar a muchas interrogantes, y a su vez se presta para muchas confusiones, pero, la palabra inerrante de Dios da respuesta a cada una de ellas.

¿significa esta declaración, “Jesús es el Hijo de Dios” que en realidad hay dos dioses? ¿es entonces el cristianismo politeísta como lo afirman tanto judíos como musulmanes?

La frase Jesús Hijo de Dios, ¿implica que Jesús, aunque ocupaba un lugar aparte entre los seres creados, no era en sí mismo divino, en igual sentido que el Padre?

En los tiempos de la iglesia primitiva, un grupo llamado arrianos[1] creían esto, y en los tiempos modernos la han adoptado los unitarios, los testigos de Jehová, los cristadelfos[2] y otros. ¿Tienen razón?

¿Qué querrá decir la Biblia cuando llama Hijo de Dios a Jesús?

Preguntas como estas, aun tiene a muchos perplejos, incluso a falta de fundamentos firmes, el enemigo mueve los cimientos, incluso de sus escogidos.

Gracias damos a Dios que el Nuevo Testamento, no deja dudas en cuanto a la forma de responder a ellas. Más aún podemos encontrar todos los fundamentos necesarios acerca de la identidad de Cristo, en el Antiguo Testamento de igual manera.

El Apóstol Juan, en el principio hizo todas estas preguntas y las resolvió en conjunto en el prólogo a su evangelio. Según el contexto de sus lectores, eran judíos como griegos. Tal como él nos dice, escribió a fin de que “creáis que Jesús es…el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre”

Juan 20:31 Pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre”.

En su evangelio, nos presenta a Jesús “como el Hijo de Dios”. El Apóstol sabia que la frase “Hijo de Dios”, tenia asociaciones incorrectas en la mente de sus lectores. por un lado los judíos en su teología la empleaba como título para el Mesías (humano) que esperaban. Los griegos creían en su mitología, en los “hijos de los dioses”, superhombres nacidos de la unión de un dios y una mujer. En ambas formas de pensamiento, se excluye el sentido de deidad personal. El Apóstol Juan, quería tener seguridad, de que al escribir acerca de Jesús como el “Hijo de Dios” no se le entendería de forma incorrecta, como el sentido que le daban los judíos y los griegos a la frase “Hijo de Dios”.

Su intención era dejar claramente establecido desde el comienzo, el carácter de Hijo que Jesús tenía, y que le atribuían los cristianos. Era cuestión de deidad personal y nada inferior a eso. De allí su famoso prólogo de Juan 1:1-18, en donde habla que en el principio era el verbo. Según vayamos leyendo, la palabra Hijo no aparece para nada en las primeras frases, en cambio habla primero del Verbo (la palabra). Con este vocablo no habría problema, porque los lectores del Antiguo Testamento reconocían esta expresión de inmediato. Entendían a que se estaba refiriendo el Apóstol Juan.

La palabra de Dios en el Antiguo Testamento es su expresión creadora, su poder en acción para cumplir su propósito. El Antiguo Testamento representa la expresión verbal de Dios, la expresión misma de su propósito, como si tuviese poder en sí misma para llevar a cabo el propósito expresado.

Veamos lo que dice en Génesis 1:3 “Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz”.

Esto nos enseña que, en la creación, “dijo Dios. Sea…y fue…Por la palabra de Jehová fueron hechos los cielos, es por lo tanto el Verbo de Dios obrando.

El Apóstol Juan comienza su carta tomando esta figura y explicándonos acerca del verbo divino, para luego fundamentar algo más acerca de Jesús.

El comienza su carta así:

1.- “En el principio era el verbo”. He aquí la eternidad del verbo. No tenía principio en sí mismo, cuando las demás cosas comenzaron, él ya era.

John MacArthur en su Teología Sistemática aclara el término “el principio” de la siguiente manera.

“Es necesario aclarar que “el principio” no se refiere, meramente, al comienzo de la creación, el escritor de la Epístola a los Hebreos establece contrastes claros entre la existencia temporal y finita de la creación y la existencia permanente y eterna del creador, el Hijo de Dios mismo:

Hebreos 1:10-12 “Y. Tú, oh Señor, en el principio fundaste la tierra, Y los cielos son obra de tus manos. Ellos perecerán, más tú permaneces; Y todos ellos se envejecerán como una vestidura, Y como un vestido los envolverás, y serán mudados; Pero tú eres el mismo, Y tus años no acabarán”.

El Antiguo Testamento describe su existencia como “desde el principio, desde los días de la eternidad”

Miqueas 5:2 “Pero tú, Belén Efrata, pequeña para estar entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que será Señor en Israel; y sus salidas son desde el principio, desde los días de la eternidad”.”[3]

Otro detalle importante que Juan nos hace notar es que el Verbo "era", no que "llegó a ser".

Cuando más adelante (Juan 1:14) nos habla de su encarnación, utiliza un término muy diferente: "Aquel Verbo fue hecho carne".

Podemos resumir diciendo que Cristo era Dios por toda la eternidad, pero que llegó a ser un hombre en un momento concreto de nuestra historia.

Por esta razón el Señor Jesucristo pudo afirmar ante la incredulidad de los judíos:

Juan 8:58 " Jesús es dijo: De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy"

2.- “Y el verbo era con Dios”. He aquí la personalidad del verbo. El poder que lleva acabo los propósitos de Dios es el poder de un ser personal, concreto, que se encuentra en una relación eterna de comunión activa para con Dios. (esto es lo que significa la frase en cuestión)

3.- “y el verbo era Dios”. He aquí la deidad del verbo. Si bien distinto al Padre en persona, no es una criatura; es divino en sí mismo como lo es el Padre. El misterio con el cual nos enfrenta este versículo es, por lo tanto, el misterio de las distinciones personales dentro de la unidad de la deidad.

Con esta breve declaración, el evangelista declara la absoluta divinidad de Cristo. Al mismo tiempo, pone en evidencia la falsedad de muchas de las posturas que los hombres tienen frente a Dios: ateos, agnósticos, panteístas, politeístas, idólatras...

Tal vez sea interesante en este punto hacer notar cómo traducen los "Testigos de Jehová" este versículo: "En (el) principio la Palabra era, y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era un dios". Resulta muy evidente cómo su teología condiciona su "traducción". Ellos no creen en la divinidad de Cristo, así que cuando llega el momento de traducir un versículo que afirma de manera absoluta su deidad, ellos lo cambian sin el más mínimo temor.

4.- “Todas las cosas por El fueron hechas”. He aquí el verbo en función creadora. El es el agente del Padre en todo acto creador que el Padre haya realizado jamás. Todo lo que había sido hecho ha sido hecho por medio de él. (Aquí incidentalmente tenemos pruebas adicionales de que él, el Hacedor, no pertenece a la clase de las cosas creadas, como tampoco el Padre)

Colosenses 1:16 "Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades, todo fue creado por medio de él y para él"

Cuando dice "por él fueron hechas" quiere decir literalmente "mediante él llegaron a ser". No en independencia, sino actuando como ejecutor de la voluntad del Padre. El Padre obraba mediante el Verbo, pero no como el obrero que corta con su hacha, sino como el cuerpo que ve con el ojo.

5.- “En Él estaba la vida”. He aquí el verbo vivificando. No hay vida física en el ámbito de las cosas creadas salvo en y a través de él. Aquí está la respuesta bíblica al problema del origen y la continuidad de la vida, en todas sus formas: la vida la da y la mantiene el verbo. Las cosas creadas no tienen vida en sí mismas, sino que tienen vida en el verbo, la segunda persona de la deidad.

Juan 11:25 "Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá."

6.- “Y la vida era la luz de los hombres”. He aquí el verbo en fusión reveladora. Al dar vida, da también luz; vale decir que cada hombre recibe intimaciones de Dios por el hecho de estar vivo en el mundo de Dios, y esto, tanto como el hecho de que está vivo, se debe a la obra del Verbo.

7.- “Y aquel Verbo fue hecho carne” He aquí el Verbo encarnado. El niño en el pesebre de Belén era nada menos que el Verbo eterno de Dios.

Isaías le adscribe a él los títulos “Poderoso Dios” y “Padre Eterno” e indica que la encarnación del Dios-Hombre no solo consistía en el nacimiento de un niño, sino también en la concesión de “Un Hijo”

Isaías 9:6 “Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz”.

Cristo siempre ha existido como “El Hijo de Dios”, pero solo se convirtió en un hijo en el momento de su milagrosa concepción.

Luego, habiéndonos mostrado quién es y lo que es el Verbo-persona divina-, autor de todas las cosas- Juan nos da su identificación. La encarnación no dice, fue la revelación de que el Verbo es el hijo de Dios. “Vimos su gloria, gloria como la del unigénito del Padre”. Esta identificación recibe confirmación con el versículo 18. “El unigénito Hijo, que está en el seno del Padre…”. De este modo Juan llega al punto adonde quería llegar desde el primer momento. A esta altura ha dejado claramente establecido lo que se quiere decir cuando a Jesús se le llama “Hijo de Dios”.

El Hijo de Dios es el Verbo de Dios; vemos lo que es el Verbo (La Palabra); pues bien, eso mismo es lo que es el Hijo. Tal el mensaje del prólogo de Juan.

Así pues, cuando la Biblia proclama a Jesús como el “Hijo de Dios”, la declaración lleva el propósito de afirmar su definida deidad personal. El mensaje de la navidad descansa en el hecho sorprendente de que el niño en el pesebre era Dios.

Pero lo que hemos dicho no es más que la mitad de la historia completa.

 

2.-El niño que nació en Belén era Dios hecho hombre.

 

El verbo se había hecho carne: un ser humano real y verdadero. No había dejado de ser Dios; no era menos Dios entonces que antes; pero había comenzado a hacerse hombre. Aquel que había hecho al hombre, estaba probando lo que era ser hombre.

El misterio de la encarnación es realmente insondable. No lo podemos explicar; solo se puede formular.

En palabras de Atanasio (Antiguo Obispo en Alejandría años 295-373, defensor de la doctrina de la consustancialidad del Padre y del Hijo).

“Nuestro Señor Jesucristo, EL Hijo de Dios, es Dios y Hombre…perfecto Dios, y perfecto hombre: el que si bien es Dios y hombre: sin embargo, no es dos, sino un Cristo; uno, no por la conversión de la Deidad en carne: sino al tomar de la humanidad e incorporarla en Dios”

Más allá no puede ir nuestra mente. Lo que vemos en el pesebre es, en las palabras de Charles Wesley (Reformador Británico 1707-1788), a “nuestro Dios circunscripto a un espacio, hecho incomprensiblemente hombre”.

“Incomprensiblemente”, nos debe hacer rechazar las especulaciones y adorar con un espíritu agradecido y gozoso.

 

¿En qué forma hemos de tomar la encarnación?

 

Todos los eventos bíblicos, son vitales, mucho más los relacionados con Cristo, no obstante, debemos saber ponerlos en su orden bíblico de importancia. Belén nos remite a la encarnación, al principio de la vida de Jesús y todo su desarrollo hasta llegado el tiempo de su manifestación como Salvador. Sin embargo, a pesar de la gran relevancia de todos estos hechos, el centro de la revelación es El Calvario.

Toda elaboración del cristianismo que olvide o niegue esto, distorsiona al cristianismo, sacándolo fuera de foco.

El principal significado del pesebre en Belén radica en el lugar que ocupa en la secuencia de pasos que condujeron al Hijo de Dios a la cruz del calvario, y no podemos entender el mensaje, a menos que lo veamos en dicho contexto.

El Nuevo Testamento para interpretar la encarnación, nos aclara en Juan 1:1 aquel verbo fue hecho carne y habitó entre nosotros”, como vimos anteriormente, pero 2 Corintios 8.9 nos brinda una explicación más amplia.

2 Corintios 8:9 “Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos”.

En esta afirmación no solo se expresa el hecho de la encarnación, sino que muestra su verdadero significado y propósito. Aquí se nos explica que el que El Hijo de Dios haya tomado nuestra humanidad, nos debe hacer conscientes de este hecho divino, no como tan solo una maravilla, sino como una sorprendente maravilla de su gracia.

Jesús era el Dios -hombre: verdadera y completamente Dios, a la vez que verdadera y completamente humano. En su encarnación manifestó de forma externa su esencia divina interna (griego, morfé, “forma”)

Filipenses 2:6 “el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse”

Cristo poseía la gloria divina. Podemos verlo en sus propias palabras en el evangelio de San Juan.

Juan 17:5 “Ahora pues, Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese”.

Así el escritor de Hebreos proclama, del modo más enfático, que Cristo era la representación exacta de la Deidad.

Hebreos 1:2-3 “en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo; el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas”

Como Dios, el Hijo es el recipiente digno de adoración.

Hebreos 1:6 “Y otra vez, cuando introduce al Primogénito en el mundo, dice: Adórenle todos los ángeles de Dios.

En otras palabras, Cristo debería ser adorado con una adoración equivalente a la que se le brinda al Dios del Antiguo Testamento. La segunda persona de la Trinidad no solo estuvo “con Dios” en la creación, sino que el mismo era Dios.

 

“El Hijo de Dios, se despojó así mismo”

 

En su encarnación, Cristo rindió el ejercicio independiente de sus atributos divinos a la voluntad de su Padre celestial. Esto ha producido interpretaciones erradas de lo que verdaderamente significa. Algunos teólogos afirman que Cristo se vació de alguno aspecto de su deidad durante su encarnación. Esta es la teoría denominada del “kenosis”, palabra griega que significa “vaciamiento”.

” La base bíblica para este hecho se encuentra en Filipenses.

Filipenses 2:5-7 “Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres”

Pero la teoría de la “Kenosis” es inaceptable. Porque, en primer lugar, se trata de especulaciones a la que no dan el menor apoyo los textos que se citan a su favor. Cuando El Apóstol Pablo dice que el Hijo de Dios se vació de si mismo y se hizo pobre, lo que quiere decir y como lo demuestra el contexto en cada caso, es que hace a un lado, no sus atributos y poderes divinos, sino su gloria y su dignidad divinas.

Juan 17:5 “hora pues, Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese”.

No existe apoyo bíblico para la idea de que el Hijo hiciese abandono de ningún aspecto de su deidad.

Veamos ahora lo que significó para el Hijo de Dios despojarse de sí mismo y hacerse pobre. Significaba poner a un lado su gloria (su verdadera kenosi); una voluntaria restricción de su poder, la aceptación de las penurias, el aislamiento, los malos tratos, la malicia, y la incomprensión, finalmente, una muerte con tal agonía espiritual, aun mas que física; que su alma llego al punto del quebrantamiento poco antes.

Esto significa amor hasta lo sumo por hombres que no lo merecían, para quienes “por su pobreza fuesen enriquecidos”. El mensaje de la navidad es el que trae esperanza para la humanidad arruinada, esperanza de perdón, esperanza de paz con Dios. Jesucristo se hizo pobre y nació en un establo para que treinta años más tarde pudiera ser colgado de una cruz. Es el mensaje más hermoso que el mundo haya escuchado, y que jamás habrá de escuchar.


Si fueren destruidos los fundamentos . Que ha de hacer el justo?

Salmos 11:3


[1] El arrianismo es una doctrina religiosa cristiana fundada por Arrio, un presbítero de Alejandría de principios del siglo IV d.C. que se caracterizó por negar la condición divina entre Jesús y Dios. En este sentido, el arrianismo no cree en la trinidad Padre, Hijo, Espíritu Santo.

[2] cristadelfos: En el año 1848 un pastor conformista emigrado a Estados Unidos, John Thomas, fundó una secta propia que se basaba en que el Cristo de los judíos debía volver a Palestina de nuevo y convertir a los hebreos antes de imponer en toda la Tierra el reino de los Mil Años.

Este nuevo reino permitiría de los cuerpos y las almas no conociesen la muerte, ya que fuera de él los hombres son mortales, y las almas igual que los cuerpos. Si bien en un principio se les conocía como Hermanos en Cristo, a partir de 1864 cambiaron su nombre por el de Cristadelfos o Cristadelfianos.

[3] John Mac Arthur, Richard Mayhue, “Teología Sistemática” (Editorial Portavoz,2018), 246

 

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