ESTUDIO ROMANOS VIII


 

 

Resumen Capitulo Anterior: El encuentro pasado estudiamos el capítulo 9 y vimos el tercer edificio que nos presenta la epístola a los Romanos: “La sinagoga de Israel”. Aquí el apóstol Pablo explica y da solución a dos problemas. Uno era el rechazo de Cristo por Israel y lo difícil que es para el judío entender y aceptar la gracia soberana de Dios.

El capítulo 9 muestra por qué algunos judíos son salvos y el capítulo 10 explica por qué la mayoría se pierde.

La no aceptación de ser salvos por gracia. produjo que sus corazones se endurecieran y Dios abre la salvación al pueblo gentil.

Hoy estudiaremos el capitulo 10 en el cual analizaremos las razones del rechazo presente de Israel. Para esto veremos la fuente de la justicia, la disponibilidad de la justicia, su alcance, la presentación del mensaje de justicia. Finalmente se verá el rechazo de la justicia de Dios por parte de Israel.

 

B. La justicia de Dios y el rechazo presente de Israel.

 

Romanos 10:1-3 “Hermanos, ciertamente el anhelo de mi corazón, y mi oración a Dios por Israel, es para salvación. Porque yo les doy testimonio de que tienen celo de Dios, pero no conforme a ciencia. Porque ignorando la justicia de Dios, y procurando establecer la suya propia, no se han sujetado a la justicia de Dios;”

El apóstol Pablo sentía una enorme presión y dolor por su raza, debido a que no entendieron el mensaje final de salvación. Ellos tenían celo por Dios, pero no según conocimiento.

Recordemos que la justicia de Dios se revela en el evangelio Así, los judíos que rechazaban el evangelio permanecían necesariamente ignorantes de aquella justicia. Y así es hasta el día de hoy, que todos los que rehúsan la revelación de que Dios es justo y el Justificador del impío tienen que establecer su propia justicia si desean salvarse De esta forma rehúsan someterse al hecho de que Dios es justo al justificar gratuitamente por medio de la redención que es en Cristo Jesús.

Los judíos edificaron sobre un fundamento falso y no quisieron ir a Cristo para recibir la salvación gratuita por fe, y son muchos los que en cada época hacen lo mismo en diversas formas. La severidad de la ley demostró a los hombres su necesidad de salvación por gracia por medio de la fe Recordemos que la ley (mandamientos de Dios) fueron un espejo en que cada hombre veía su condición de pecado y su imposibilidad de cumplir sus demandas. No hay nada que el hombre pueda hacer por si mismo para pagar su deuda de pecado ante Dios. El sustituto es requerido para que pague la deuda en su lugar.

Las ceremonias realizadas en el tabernáculo y más tarde en el Templo; eran una sombra de Cristo que cumple la justicia y carga con la maldición de la ley. Así que aún bajo la ley, todos los que fueron justificados ante Dios, obtuvieron esa bendición por la fe, por la cual fueron hechos partícipes de la perfecta justicia del Redentor prometido. La ley no es destruida ni frustrada, sigue exigiendo la paga al culpable; pero la muerte de Cristo satisface plenamente el pago de nuestra violación a la ley de Dios. Esto es, Cristo cumplió toda la ley, por tanto, quien cree en Él, es contado justo ante Dios como si él mismo hubiese cumplido toda la ley.

1. La fuente de la justicia (10:4, 5).

Romanos 10:4-5 “porque el fin de la ley es Cristo, para justicia a todo aquel que cree. Porque de la justicia que es por la ley Moisés escribe así: El hombre que haga estas cosas, vivirá por ellas.”

Sí, Cristo es el mejor vestido, el fin de todas las demandas, y de todos los tipos sacrificiales de la ley. Dios lo ha hecho a Él justicia nuestra. No necesitamos de otro que vaya a la presencia de Dios nuestro padre. La justicia práctica ante los hombres es otra cuestión, pero no es lo que se está tratando aquí.

El pecador condenado por sí mismo no tiene que confundirse con la manera en que puede hallarse esta justicia. Somos culpables, y no tenemos justicia que traer ante Dios. Pero creyendo a Dios, Él puede contarnos y nos cuenta como justos, y ello por una obra cumplida, no por nada que tenga que ser hecho.

 

2. La disponibilidad de la justicia (10:6-8).

Romanos 10:6-8 “Pero la justicia que es por la fe dice así: No digas en tu corazón: ¿Quién subirá al cielo? (esto es, para traer abajo a Cristo); o, ¿quién descenderá al abismo? (esto es, para hacer subir a Cristo de entre los muertos). Mas ¿qué dice? Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón. Esta es la palabra de fe que predicamos:”

Cristo no necesita ahora descender del cielo para morir en la cruz. Él ya ha venido y muerto por nuestros pecados. Él no necesita ser resucitado de los muertos; ha sido resucitado ya. Todo está hecho: está consumado.

Cuando hablamos de mirar a Cristo, recibirlo y alimentarnos de Él, no queremos decir a Cristo en el cielo ni Cristo en lo profundo, sino Cristo en la promesa, Cristo ofrecido en la palabra. La justificación por fe en Cristo es una doctrina sencilla. Se expone ante la mente y el corazón de cada persona, dejándola así sin disculpa por la incredulidad. Si un hombre ha confesado su fe en Jesús como Señor y Salvador de los pecadores perdidos, y realmente cree en su corazón que Dios le levantó desde los muertos, para mostrar que había aceptado la expiación, debe ser salvado por la justicia de Cristo, imputada a él por medio de la fe. Pero ninguna fe justifica lo que no es poderoso para santificar al corazón y reglamentar todos sus afectos por el amor de Cristo. Debemos consagrar y rendir nuestras almas y nuestros cuerpos a Dios: nuestras almas al creer con el corazón, y nuestros cuerpos al confesar con la boca. El creyente nunca tendrá causa para arrepentirse de su confianza total en el Señor Jesús. Ningún pecador será nunca avergonzado de tal fe ante Dios; y debiera gloriarse de ella ante los hombres

 

3. El método de la justicia (10:9, 10).

Romanos 10:9-10 “que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación.”

Así como el padre fue al encuentro del pródigo. Esto es lo que Israel no estaba dispuesto a hacer. No querían confesar que aquel mismo Jesús que ellos habían rechazado y crucificado, Dios lo había hecho Señor y Cristo. Ellos querían aferrarse a la ley para justicia, y no querían creer en sus corazones en Cristo

El encuentro del padre con el hijo pródigo en Lucas 15 ilustra este tema. El pródigo, como el pobre gentil, había vuelto en sí. Toda la parábola es sumamente destacable: el pastor había venido a buscar la oveja perdida, y, como sabemos, murió por ella. El Espíritu Santo ha sido enviado del cielo . Ahora el padre, tiene su pleno gozo en recibir al hijo perdido. Él, el padre, acudió a su encuentro.

En el hijo pródigo ha actuado un profundo ejercicio de conciencia. El sentimiento de que en la casa de su padre había abundancia y su buena disposición a confesar su pecado son la marca de la obra del Espíritu en él. Pero por ahora ignoraba el excelente vestido que le esperaba.

Esperaba ser un siervo, como sucede con cada corazón humano, pero desconocía totalmente lo que le aguardaba. Tenía sus harapos, su culpa, su vergüenza. Todo esto lo reconoció ante su padre. ¿Tenía él acaso un vestido digno para presentarse a su padre? No tenía nada más que unos míseros harapos. ¿Acaso le dijo el padre que tenía que hacerse un vestido, un atavío que le hiciera digno de estar en su casa? No. El padre tenía un vestido para él.

Lucas 15:20 “Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó”

Así es como Dios sale al encuentro del pecador arrepentido en sus harapos, sin vestido. El padre dijo: “Sacad el mejor vestido, y vestidle; y poned un anillo en su mano, y calzado en sus pies”. Así se llena de gozo el corazón de Dios al recibir al pecador perdido. ¿Y qué sucede con el hermano mayor? Que prefiere labrarse una justicia propia. ¡Qué contraste! El pródigo no tenía vestido para presentarse ante el padre. No tenía nada sino harapos y pecado. El Padre tenía el mejor vestido, la justicia de Dios, para el pródigo. Sí, y el anillo para su mano, amor eterno, y la provisión para el andar, calzado para sus pies. Todas las cosas eran nuevas, y eran de Dios. Israel, como el hermano mayor, no quería aceptar esta compasión y justicia de Dios. Lo cierto es que la ignoraban. “Porque ignorando la justicia de Dios, y procurando establecer la suya propia, no se han sujetado a la justicia de Dios.” Habían seguido la ley de justicia; habían tratado de guardar la ley para ser justos. Habían intentado confeccionar un vestido para presentarse ante Dios, pero ignoraban el mejor vestido que Dios tenía para darles.

 

4. El alcance de la justicia (10:11-13). “Todo aquel”

Romanos 10:11-13 “Pues la Escritura dice: Todo aquel que en él creyere, no será avergonzado. Porque no hay diferencia entre judío y griego, pues el mismo que es Señor de todos, es rico para con todos los que le invocan; porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.”

Ahora el Apóstol cita de la misma Escritura de ellos como prueba: “todo aquel que en él creyere, no será avergonzado” Esto demuestra que ha de haber un tiempo en el que la doctrina de la no-diferencia debería estar en vigor.

¡Qué realidad más bendita! Todos, judíos o gentiles, que realmente acudan al Señor, invocando Su nombre, tienen tanta certidumbre de ser bienvenidos como lo fue el pródigo.

No hay un Dios para los judíos que sea más bueno, y otro para los gentiles que sea menos bueno; el Señor es el Padre de todos los hombres. La promesa es la misma para todos los que invocan el nombre del Señor Jesús como Hijo de Dios, como Dios manifestado en carne. Todos los creyentes de esta clase invocan al Señor Jesús y nadie más lo hará tan humilde o sinceramente.

 

5. La presentación de la justicia (10:14, 15).

Romanos 10:14-15 “¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? ¿Y cómo predicarán si no fueren enviados? Como está escrito: !!Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas!”

¿Cómo se da a conocer la justicia de Dios? la respuesta. Es,” por oír la palabra, el evangelio de la paz que ha sido enviado”. Aquellos que buscaban la justicia por la ley odiaban estas buenas nuevas y a los predicadores del evangelio. Así es exactamente hasta el día de hoy de parte de aquellos que dicen que son judíos y no lo son. ¿No es algo asombroso, que el hombre odie y rechace su mayor bien, el evangelio de la paz? Él intentará o esperará algún día emprender hacer su propia paz con Dios. Pero no tendrá la paz conseguida por la sangre de Jesús, la paz predicada a los que están lejos y a los que están cercanos. Así es, esta paz que se proclama a todos.

Pero, ¿cómo podría invocar al Señor Jesús, el Salvador divino, ¿alguien que no ha oído de Él? ¿Cuál es la vida del cristiano, sino una vida de oración? Eso demuestra que sentimos nuestra dependencia de Él y que estamos listos para rendirnos a Él, y tenemos la expectativa confiada acerca de todo lo nuestro de parte de Él. Era necesario que el evangelio fuera predicado a los gentiles. Alguien debe mostrarles lo que tienen que creer. ¡Qué recibimiento debiera tener el evangelio entre aquellos a quienes les es predicado! El evangelio es dado no sólo para ser conocido y creído, sino para ser obedecido. No es un sistema de nociones, sino una regla de conducta. El comienzo, el desarrollo y el poder de la fe vienen por oír, pero sólo el oír la palabra, porque la palabra de Dios fortalecerá la fe.

 

6. El rechazo de la justicia (10:16-21).

Romanos 10:16-21 Mas no todos obedecieron al evangelio; pues Isaías dice: Señor, ¿quién ha creído a nuestro anuncio? Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios. Pero digo: ¿No han oído? Antes bien, Por toda la tierra ha salido la voz de ellos, Y hasta los fines de la tierra sus palabras. También digo: ¿No ha conocido esto Israel? Primeramente, Moisés dice: Yo os provocaré a celos con un pueblo que no es pueblo; Con pueblo insensato os provocaré a ira. E Isaías dice resueltamente: Fui hallado de los que no me buscaban; Me manifesté a los que no preguntaban por mí. Pero acerca de Israel dice: Todo el día extendí mis manos a un pueblo rebelde y contradictor.”

Israel tenía celo de Dios, pero sin conocimiento. Podemos, por supuesto, sufrir de lo opuesto: conocimiento sin celo. Lo primero lleva al fanatismo, lo segundo lleva al frío formalismo.

La palabra del evangelio fue predicada a todo Israel, pero ellos no quisieron creerla. Se predica hoy, quizá como nunca antes, a toda la Cristiandad, pero no quieren creerla.

Dios tiene a los Suyos, a pesar de toda la perversidad humana, sean judíos o gentiles, como dice Isaías resueltamente:

Isaías 65:1 “Fui buscado por los que no preguntaban por mí, fui hallado por los que no me buscaban. Dije a gente que no invocaban mi nombre: Heme aquí, heme aquí.”

Así ha demostrado el Apóstol dos cosas en base de sus propias escrituras del Antiguo Testamento: que no hay diferencia, y la soberanía de Dios. Todo aquel, judío o gentil, que invoque el nombre del Señor, será salvo

¿No sabían los judíos que los gentiles iban a ser llamados? Ellos podrían haberlo sabido por Moisés e Isaías. Isaías habla claramente de la gracia y el favor de Dios que avanza para ser recibido por los gentiles.

¿Acaso Israel se había perdido entonces porque Dios no estaba dispuesto a salvarlos? “Pero acerca de Israel dice: Todo el día extendí mis manos a un pueblo rebelde y contradictor.” Ellos no querían acudir a Él. Rehusaron el mejor vestido, el anillo y el calzado El que a Él viene, de ningún modo lo echará fuera (Juan 6:37).

¿No fue este nuestro caso? ¿No empezó Dios con amor, y se nos dio a conocer cuando nosotros no preguntábamos por Él? La paciencia de Dios para con los pecadores provocadores es maravillosa. El tiempo de la paciencia de Dios es llamado un día, liviano como un día y apto para el trabajo y los negocios; pero limitado como el día, y hay una noche que le pone fin. La paciencia de Dios empeora la desobediencia del hombre, y la vuelve más pecaminosa. Podemos maravillarnos ante la misericordia de Dios, de que su bondad no sea vencida por la maldad del hombre; podemos maravillarnos ante la iniquidad del hombre, que su maldad no sea vencida por la bondad de Dios. Es cuestión de gozo pensar que Dios ha enviado el mensaje de gracia a tantos millones por la amplia difusión de su evangelio.

 

Hemos de ser cada día más humildes y conscientes por haber alcanzado esta bendita salvación. Gracias a nuestro Padre que ha vestido nuestro cuerpo desnudo, a puesto calzado en nuestros pies y ha puesto un anillo en nuestro dedo, en señal de su paternidad y protección. ¡Amén!

 

PRÓXIMO ESTUDIO: La sabiduría de Dios y la restauración de Israel en el futuro. (Romanos 11).

El apóstol Pablo nos acaba de hablar en el capítulo 10, del rechazo de Israel y la salación del pueblo gentil, y en el capítulo 11 va a mostrar que ese rechazo a Israel no era total, ni final.

 

!BENDICIONES A TODOS!.


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