Salmo 20
Oración pidiendo la victoria
Al músico principal. Salmo de David.
Jehová te oiga en el día de conflicto; El nombre del Dios de Jacob te defienda.2Te envíe ayuda desde el santuario, Y desde Sion te sostenga. 3 Haga memoria de todas tus ofrendas, Y acepte tu holocausto. Selah
4 Te dé conforme al deseo de tu corazón, Y cumpla todo tu consejo.5 Nosotros nos alegraremos en tu salvación, Y alzaremos pendón en el nombre de nuestro Dios; Conceda Jehová todas tus peticiones.
6 Ahora conozco que Jehová salva a su ungido; Lo oirá desde sus santos cielos Con la potencia salvadora de su diestra. 7 Estos confían en carros, y aquéllos en caballos; Mas nosotros del nombre de Jehová nuestro Dios tendremos memoria. 8 Ellos flaquean y caen, Mas nosotros nos levantamos, y estamos en pie.
9 Salva, Jehová; Que el Rey nos oiga en el día que lo invoquemos.
Este salmo es considerado como un himno nacional para Israel, cantado al momento de iniciar una guerra, cuando el monarca se ciñe la espada para el combate. El salmo contiene estas estrofas: El canto del pueblo al Rey antes de salir a Batalla, el reconocimiento del Rey antes de salir a la batalla (1-5) y el reconocimiento del Rey de que Dios es quien Salva (6-9). Así que este es un salmo dedicado a la guerra, donde David era su abanderado, y en no pocas ocasiones fue afligido en ellas.
Por otro lado, este salmo nos plantea una visión profética, porque si bien es cierto que hay batallas peleadas por el rey David, el salmo nos revela a uno mayor que él, eso es, Jesús, el Hijo de David, que enfrentó su propia batalla en el Getsemaní. Así que en medio de todo esto, aquí tenemos una oración ofrecida de manera a Jesús que enfrentaría más adelante la cruz, donde pelearía la gran batalla en contra del pecado, la muerte y el poder de Satanás. En el estudio de este salmo nos encontramos con el corazón de un guerrero afligido, brindandonos enseñanzas para cuando llegue “el día del conflicto”.
El salmo 20 y el salmo 21 son como los dos lados de una misma moneda. El salmo 20 es un cántico de preparación antes de la batalla, mientras que el salmo 21 es un cántico de victoria después de la batalla. Con esta idea en mente examinemos el contenido del salmo 20. Lo que encontramos aquí es la participación del pueblo en el cántico de preparación para la batalla y la participación del rey en el cántico de preparación para la batalla.
Veamos primero el canto del pueblo al rey para salir a la batalla.
Salmo 20: 1-5 dice: "Jehová te oiga en el día de conflicto; el nombre del Dios de Jacob te defienda. Te envíe ayuda desde el santuario, y desde Sión te sostenga. Haga memoria de todas tus ofrendas, y acepte tu holocausto. Te dé conforme al deseo de tu corazón, y cumpla todo tu consejo. Nosotros nos alegraremos en tu salvación, y alzaremos pendón en el nombre de nuestro Dios; conceda Jehová todas tus peticiones"
Para captar adecuadamente el sentido de este pasaje, les invito a que imaginariamente nos traslademos al campamento de Israel en los instantes previos a una batalla. Allí está David como rey, sus generales y sus soldados, todos listos para la batalla. Pero antes de marchar al combate, había una ceremonia en la cual se daban ánimo los unos a los otros. El primer turno era para el pueblo. El pueblo tenía que dar ánimo a su rey. Dirigiéndose al rey, el pueblo gritaba a una voz: Jehová te oiga en el día de conflicto; el nombre del Dios de Jacob te defienda.
En los instantes de conflicto es cuando más necesitamos que Jehová nos escuche y no solo eso, sino que Jehová nos defienda. Esto es lo que deseaba el pueblo para su rey. Luego el pueblo proseguía diciendo: Jehová te envíe ayuda desde el santuario y desde Sión te sostenga.
En esa época, Dios moraba entre su pueblo en su santuario en Sión. El pueblo estaba diciendo a su rey que la ayuda no iba a venir de ningún lado sino de Dios quien mora en su santuario en Sión. Dicho esto, el pueblo exhortaba a David a reflexionar que Dios iba a estar ayudándole porque David había ofrecido holocaustos y ofrendas a Dios. Esto garantizaría que Dios haga conforme al deseo del corazón de David y haría que Dios cumpla con todo lo que David había planificado para la batalla. El pueblo entonces estaría alegre por la salvación de su rey y levantaría banderas en el nombre de Jehová, anunciando a todos que la honra y la gloria por el triunfo es para Jehová. El pueblo terminaba diciendo a su rey: Conceda Jehová todas tus peticiones.
Cuando el rey escuchaba estos buenos deseos de su pueblo, su corazón se afirmaba más en Dios y podía disfrutar de antemano la victoria. Bueno, seguramente no estemos preparándonos para una batalla al estilo de David en su tiempo. Pero ciertamente, cada día que pasa es posible que enfrentemos batallas en el plano espiritual, quizá contra el mismo Satanás o a lo mejor contra el mundo controlado por Satanás o contra nuestra vieja naturaleza que añora seguir sirviendo a Satanás. En todo caso, no estamos solos en la batalla. Como David, recurramos a la presencia del Señor para solicitar de él toda la ayuda que necesitamos para no caer en el combate diario.
Una vez que el pueblo había expresado sus buenos deseos para el rey, le correspondía al rey dirigirse al pueblo.
Salmo 20: 6-9 dice: "Ahora conozco que Jehová salva a su ungido; lo oirá desde sus santos cielos con la potencia salvadora de su diestra. Estos confían en carros, y aquellos en caballos; mas nosotros en el nombre de Jehová nuestro Dios tendremos memoria. Ellos flaquean y caen, mas nosotros nos levantamos, y estamos en pie. Salva, Jehová; que el rey nos oiga en el día que lo invoquemos."
La intervención que el rey David hacía en los momentos previos al combate, estaba cargada de grandes significados. David comienza diciendo que está seguro que Jehová le salvará de las garras del enemigo. David se veía a sí mismo como un ungido de Jehová y descansaba en el hecho que Jehová salva a sus ungidos.
David describe además como veía a Jehová frente a este combate. Dice que “Jehová estaba con la potencia salvadora de su diestra”. Esto nos indica que Jehová estaba en posición de combate, listo para el ataque en defensa de su ungido.
Luego de su declaración de seguridad y la posición del Señor, David nos presenta dos opciones para enfrentar la batalla con sus correspondientes resultados. La primera opción es confiar en los carros de combate y en los caballos de guerra. La segunda opción es confiar en el nombre de Jehová. La primera opción ilustra el enfrentar batallas en nuestra propia fuerza. Es cuando usted o yo pensamos que somos más inteligentes que Dios y manejamos nuestra vida como nosotros pensamos que es lo correcto. Quizá la intención haya sido buena, pero el problema es que según la Biblia, el corazón del hombre es engañoso y perverso y por tanto no existe mucha garantía de éxito. Dice la palabra de Dios en Jeremías
Jeremías 17:5: "Así ha dicho Jehová: Maldito el varón que confía en el hombre, y pone carne por su brazo, y su corazón se aparta de Jehová."
Es algo muy serio confiar en el hombre, no importa si somos nosotros mismos o cualquier otra persona. El resultado será siempre desastroso. Pero mire el contraste en el mismo libro de Jeremías, capítulo 17 versículo 7
Jeremías 17:7 "Bendito el varón que confía en Jehová, y cuya confianza es Jehová"
¿Vemos la diferencia? ¿Qué le gustaría ser Maldito o bendito? si deseamos ser benditos debemos dejar de confiar en las personas o en las cosas y comenzar a confiar en Dios. Los enemigos de David confiaban en sus carros de guerra y en sus caballos de combate y David sabía que para ellos no había esperanza porque habían dejado a un lado a Jehová. Por su lado, David, aunque tenía buenos carros de guerra y muchos caballos de combate, sin embargo su confianza no estaba en nada de esto sino solo en la persona de Jehová. Por eso dice que él y su ejército “harán memoria del nombre de Jehová.”
Cada opción tiene su resultado. Los enemigos de David confiaron en sus carros y en sus caballos y dice el texto que flaquearon y cayeron. Esto es una forma de decir que sufrieron una gran derrota. Mientras que David y sus hombres, se levantaron y estuvieron en pie, en otras palabras resultaron vencedores en la batalla.
David termina su intervención exaltando a Jehová. “Salva Jehová” dice y luego añade que el Rey nos oiga en el día que lo invoquemos. David mismo era el rey, pero sobre él estaba el Rey con mayúscula, Jehová de los ejércitos y es él quien va a responder cuando se le invoque.
La visión profética de Cristo en este Salmo.
Este salmo revela como Jesús el hijo de Dios enfrenta su propia batalla en Getsemaní. Se considera una oración ofrecida a Jesús para enfrentar el momento en que debe ofrecer su vida en la cruz. Ahí sería su batalla más terrible, en contra del pecado, la muerte y el poder de las tinieblas. Como vimos al comienzo, es un salmo que muestra el corazón afligido de un guerrero.
“Jehová te oiga en el día de la angustia”. Cuando observamos con detención la entrada de nuestro Salvador al mundo, podemos ver su llegada en un estado de humillación. El Rey del universo, se hizo carne, dejando toda su gloria y majestad, para tomar voluntariamente forma de siervo, y así cumplir la parte del plan de salvación que tenía en sus hombros. Desde la niñez, todos sus días fueron de tribulación. No había lugar para el en el mesón, perseguido por satanás para matarle, rechazado por su comunidad y sus familiares. Hoy en la gracia bendita de Dios, podemos llamarlo nuestro hermano, ¡y que hermano!. Él fue un hermano nacido para la adversidad, un varón de dolores y experimentado en quebrantos. Sin duda alguna, el “día de angustia” más particular y terrible para él, fue el que tuvo en el jardín de Getsemaní. Su corazón apesadumbrado, angustiado, sudando gotas de sangre que caían al suelo indigno, y su alma angustiada hasta la muerte. El final más ruin y perverso es el momento en que cuelga en esa cruz ingrata…, cuando lleva todos nuestros pecados sobre su vida pura y sin mancha. Si, ahí él sobrellevó la ira del Padre y fue desamparado por Él.
El Hijo siempre fue sustentado por el Padre desde el cielo y por el Espíritu Santo en la tierra. De esta forma pudo ser ofrecido como un holocausto, un sacrificio vivo que ardía entero en el fuego del altar de Dios. David en su oración pide que Dios “haga memoria de todas sus ofrendas, y acepte su holocausto” y agrega Selah… consideremos ahora cuales fueron esas ofrendas a lo largo de su vida y su final holocausto.
Así como los reyes antes de ir a la guerra hacían sacrificios y holocaustos a Dios para obtener la victoria en sus guerras; Así nuestro Señor se presenta asimismo como víctima, y fue un olor suave para el altísimo, y después emprendió el combate que derrotó a las legiones del infierno.
El Padre aceptó todas sus ofrendas durante su vida preciosa. La humillación que le trajo del cielo a la tierra; su espera paciente en el vientre de su madre; su natividad humilde en un pesebre mal oliente, frio, duro; solo animales como compañía, su huida a Egipto, su casa humilde en Nazareth, el hacer el bien y soportar el mal, el ser increpado como hombre comilón y bebedor, amigo de publicanos, sus sermones, enseñanzas, milagros. Todas estas ofrendas, fueron actos maravillosos de adoración al Padre.
Al final de su vida se entrega como un holocausto. Cada parte de su ser es entregado, así como cada parte de la víctima era consumida en un holocausto. ¿Hubo algún sentido, algún miembro de nuestro querido Señor que no sufriera agonía en su pasión? La corona de espinas sobre su cabeza, los clavos en sus manos y sus pies, los insultos que sonaban en sus oídos, las multitudes burlándose de su agonía, el vinagre y la hiel; su espalda flagelada, su rostro sagrado fue herido por manos insolentes.
¡Ohh Dios hermoso!, tú le oíste en el día de la angustia. En ese momento de agonía y angustia, el Señor entrega su vida, dando paso al final de su humillación. Conforme a las escrituras, al bajarlo de la cruz ni uno de sus huesos fueron quebrantados. Su cuerpo santo no fue lanzado al basurero, en donde se acostumbraba tirar a los crucificados. Dios arreglo su sepultura como la de un hijo de rey. Una tumba jamás usada fue la suya. Allí fue exaltado hasta lo sumo en la resurrección, para luego ser restablecida toda su gloria a la diestra de Dios el Padre. Ahora le esperamos como el gran triunfador.
Por eso, nos alegramos en su victoria !Selah!
Conclusiones del salmo
Que el Señor nos oiga en medio de la angustia. ! Que misericordia que podamos orar en el día de la tribulación, y que privilegio bendito que ninguna tribulación pueda impedir que el Señor escuche!. Aunque nuestras tribulaciones suenen como un trueno, que nuestra voz pueda ser oída por encima de la tempestad.
No existe un día para nosotros los mortales, en que no venga alguna tribulación, en que no veamos el sol; pero debemos saber que desde Sion clamaremos hacia su tabernáculo en el cielo para ser oídos.
Que el Dios de Jacob nos defienda, que su nombre sea conocido. Conozcamos su nombre, porque esto es conocer su bondad, su misericordia, su verdad, su poder, su sabiduría, su justicia y todo lo que implica conocer su infinita santidad. Nuestro Padre nos defiende y ayuda desde su santuario. Algunos buscan ayuda en su armadura, otros en tesoros, en su despensa, en su trabajo, pero nosotros nos volvemos hacia su santuario.
En aquel santuario, el Señor recibe nuestras ofrendas y holocaustos, ya no como lo hacían los antiguos. Ahora lo hacemos como nos enseñó el apóstol Pablo.
Romanos 12:1 dice, "Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional".
La exhortación del apóstol Pablo fue de sacrificarse a Dios, no como un sacrificio en el altar, como la ley mosaica cuando exigía el sacrificio de animales, sino como un sacrificio vivo. Para aquellos que estamos en Cristo, la única adoración aceptable es ofrecer totalmente al Señor. Debemos ponernos bajo el control del Señor para que nuestro cuerpo aun no redimido pueda rendirse a él como un instrumento de justicia.
El Señor desea aceptar como un holocausto nuestra vida, para que podamos gozar de su comunión íntima. Esta comunión es la esencia de un corazón confiado que siente gratitud y manifiesta honra ante su Dios, de tal manera que levanta bandera en honor a Él.
Un corazón confiado tiene la resolución de que venga lo que venga, se gozará en el brazo salvador del Señor. Ya no confía en carros, ni en caballos porque sabe que el nombre de su Dios es Jehová. Esto nunca debe ser olvidado; este YO SOY existente por sí mismo, inmutable, siempre presente e infinito
Adoremos a este Nombre incomparable y nunca lo deshonremos al desconfiar de él o poniendo nuestra confianza en la criatura.
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